Santiago Sierra:
el arte como metáfora del trabajo

Autora: Renata Ribeiro dos Santos

Palabras clave

arte contemporáneo; trabajo; relaciones de poder; capitalismo.

Descripción

En la edición de 2018 de ARCO (Feria Internacional de Arte Contemporáneo de Madrid), una de las noticias que más trascendió fue la decisión de Ifema de retirar la obra Presos políticos en España del artista Santiago Sierra (Madrid, 1966), que iba a ser exhibida en el stand de la Galería Helga de Alvear. Según un comunicado oficial, la obra, compuesta por 24 rostros pixelados de personas que, al parecer del artista, podían considerarse presos políticos –algunos más fácilmente reconocibles que otros–, fue retirada con el argumento de que podía perjudicar la visibilidad de otras obras después de la polémica causada en la jornada previa a la inauguración, dedicada a medios especializados y prensa. La intención de ARCO tuvo el resultado opuesto, ya que la noticia circuló rápidamente por todo el mundo, la obra de Sierra acabó siendo la más destacada de aquella edición, y la pared vacía posiblemente una de las más fotografiadas de la muestra.

La polémica acerca de los temas sobre los que trata el artista madrileño y los medios que emplea es una característica compartida por muchas de sus obras. Incluso se podría decir que su trabajo parece pensado para provocar la discusión. Sin embargo, analizar la obra de Sierra desde la perspectiva de la polémica y la irritación pública que suele causar supone reducirla y simplificarla en demasía. Cuando sus proposiciones son observadas con detenimiento, suelen destapar varias de las relaciones que subyacen en el funcionamiento del sistema capitalista en la actualidad, principalmente las relaciones entre poder, trabajo, procesos de producción y explotación.

Sierra suele defender que una de sus principales influencias es el minimalismo, pero lo transgrede y complica en sus formas con asuntos latentes en el presente. Del minimalismo incorpora elementos como «el uso de elementos primarios –generalmente paralelepípedos–, una insistente utilización de la simplicidad y regularidad compositiva y una tendencia drástica hacia el monocromatismo» (Moriente, 2009). Aunque, si buscamos antecedentes conceptuales para las piezas producidas por Santiago Sierra, no faltan citas a los ready-mades duchampianos, a la actitud conceptual/política de Joseph Beuys o al conceptual descriptivo de Kosuth. Además, saliendo del terreno de lo puramente artístico, su traslado a la Ciudad de México a mediados de los años noventa jugará un papel fundamental en la construcción de su pensamiento. La enorme urbe, caótica y antagónica, a medio camino entre la modernidad y la contemporaneidad, y repleta de signos que delatan la disparidad social provocada por el capitalismo tardío, fue el escenario perfecto para pensar y desarrollar un importante conjunto de sus piezas entre finales del siglo xx y principios del xxi.

Se trata de obras que, empleando elementos de la performance y del minimalismo, buscan reproducir los mecanismos de explotación del trabajo asalariado, llegando, en algunas ocasiones, al límite del sometimiento que puede soportar un trabajador. Sierra cuestiona también las relaciones del arte con la economía y el mercado, buscando la confrontación directa con el espectador. Por otro lado, no se puede pasar por alto que el artista realiza toda esta operación dentro de los sistemas del arte, económico y social capitalistas, sin negar su pertenencia y su papel protagónico e imprescindible para mover sus engranajes.

Es posible agrupar un conjunto de obras de Santiago Sierra donde explicita su voluntad de realizar estas «representaciones simbólicas de situaciones cotidianas» (Moriente, 2009). Estas obras poseen algunas características comunes fácilmente identificables: el uso de materiales pobres y de formas sencillas, la idea de trabajo como una forma de castigo y, principalmente, remunerar la realización de un acto performativo.

Imágenes de la acción 8 personas remuneradas para permanecer en el interior de cajas de cartón, realizada en 1999 por Santiago Sierra en el edificio de oficinas G&T de Ciudad de Guatemala.
Fuente: http://www.santiago-sierra.com/994_1024.php

Uno de los proyectos iniciales de esta serie fue 8 personas remuneradas para permanecer en el interior de cajas de cartón (Edificio G&T, Ciudad de Guatemala, 1999). El artista retribuyó a 8 personas, reclutadas bajo una oferta pública de empleo, para que se mantuviesen inmóviles durante 4 horas sentadas dentro de cajas de cartón. Reproduce las relaciones y situaciones dispares de trabajo asalariado: el pago de una cantidad irrisoria a los seleccionados por la realización de una actividad constante o repetitiva y sin una finalidad concreta, como una especie de castigo. La cantidad establecida para la remuneración normalmente es la misma impuesta oficialmente o cobrada ilegalmente por jornaleros, vendedores ambulantes, sin papeles o precarios, o cualquier otro grupo social o de trabajadores que sean seleccionados para la acción. De esta forma, repite las condiciones laborales específicas del lugar donde se organiza su obra. Además, hay otra relación específica a la que Sierra alude en esta obra más allá del ámbito del trabajo, una problemática local y que persiste hasta la actualidad: la invisibilidad de millares de centroamericanos que atraviesan México dentro de contenedores o camiones para probar suerte cruzando la frontera con los Estados Unidos.

El reflejo de las condiciones laborales y la explotación capitalista, mezcladas con otras características que evidencian problemáticas sociales locales, aparece comúnmente en las obras del artista. Por ejemplo, la inmigración en Europa –otra temática muy actual– aparece en propuestas como 3.000 huecos de 180 x 50 x 50 cm cada uno (Vejer de la Frontera, Cádiz, 2002), o Contratación y ordenación de 30 trabajadores conforme su color de piel (Kunsthalle de Viena, 2002).

Imagen aérea de 3.000 huecos de 180 x 50 x 50 cm cada uno (Vejer de la Frontera, Cádiz, 2002).
Fuente: http://www.santiago-sierra.com/200209_1024.php

En 3.000 huecos… contrató a jornaleros, mayoritariamente procedentes del África subsahariana, para que excavaran huecos de unas dimensiones determinadas. El pago de las jornadas se hizo siguiendo lo establecido por la administración española y todo el trabajo fue supervisado por un capataz, único trabajador español. La situación geográfica donde se realizó la acción y la implicación de inmigrantes africanos hace que la idea de «cavar uno su propia tumba» venga rápidamente a la mente (Moriente, 2009), pues probablemente varios de esos inmigrantes cruzaron el Mediterráneo en arriesgadas condiciones.

En Contratación y ordenación… se contactaron y contrataron 30 trabajadores residentes en Viena que fueron ordenados de claro a oscuro de acuerdo con su tono de su piel, y dispuestos en ropa interior de cara a la pared de la Kunsthalle. La imagen obtenida de la «escala tonal» evidencia los diversos matices del color de piel existentes, poniendo de relieve lo arbitrario de la polarización blanco/negro. Al mismo tiempo que desviste a los sujetos implicados en la acción remunerada, destapa los mecanismos de la segregación racial que en buena medida motivan las desigualdades económicas.

En algunas de estas acciones remuneradas es posible observar otra cuestión, más particularmente relacionada con el contexto del arte: las complejas relaciones que subyacen a la transformación de un objeto en arte y al establecimiento de su valor monetario. Algunas de estas obras confrontan el propio espacio físico expositivo, como en Muro de una galería arrancado, inclinado a 60 grados del suelo y sostenido por 5 personas, realizado en el año 2000 en una galería de Ciudad de México. El muro fue sacado de la galería y a lo largo de 5 días, durante 4 horas diarias, 4 trabajadores debían mantener este muro inclinado, mientras un quinto trabajador verificaba si la inclinación era la correcta. En el mismo año, en otra galería de Ciudad de México, durante la inauguración de una exposición se llevó a un niño de 11 años para que limpiara los zapatos de los asistentes. La acción titulada Persona remunerada para limpiar los zapatos de los asistentes de una exposición sin el consentimiento de estos, reproducía un elemento cotidiano de la ciudad: en algunas estaciones de metro, niños buscando una propina se arrastran por los suelos limpiando zapatos sin previa autorización.

Todavía más explícita fue la obra Persona diciendo una frase realizada en Birmingham en 2002. Sierra contrató a un indigente que solía pedir limosnas en una de calles más comerciales de la ciudad para que, frente a su cámara de vídeo, dijera la siguiente frase: «Mi participación en este proyecto puede generar unos $72.000. Yo estoy ganando £5». Cinco libras era el valor que el hombre solía conseguir diariamente con las limosnas.

Estas obras de Sierra relacionan arte y dinero, destapando las operaciones que generan la plusvalía contemporánea en los objetos de arte. En una actitud duchampiana, muestra como estar dentro del «cubo blanco» del espacio del arte y ser «elegido» por el artista, transfiere a un determinado objeto o acción la cualidad de «arte», añadiéndole un valor monetario específico.

Sin embargo, como se ha mencionado anteriormente, Sierra trabaja desde dentro de este sistema, recogiendo las ganancias generadas por estas proposiciones que critican exactamente el mismo esquema al que se someten, puesto que sus obras se venden; o, mejor dicho, se vende la documentación (fotografías y vídeos) producida durante el proceso de realización de cada una de las acciones. Esta documentación de las actividades performativas es transformada en objetos que, resemantizados por el sistema del arte en galerías, museos, ferias, etc., adquieren el estatus de arte, alcanzando importantes cotizaciones dentro del mercado actual.

La mayoría de las críticas dirigidas al trabajo de Santiago Sierra se centran en cuestiones éticas relativas a la relación que establece con sus participantes remunerados –ya que parece reinscribir la explotación que denuncia–, pero también en su relación con el mercado del arte. A parte de la crítica le disgusta ver cómo su obra se aprovecha del trabajo ajeno mal pagado para obtener beneficios económicos y notoriedad internacional. Rebatiendo estas objeciones, el artista respondió, con su habitual cinismo conceptual: «Hay un mundo del arte con grandes beneficios y otro que nos sostiene. Nosotros pertenecemos a un grupo privilegiado de trabajadores cuyo trabajo rebosa plusvalía» (cit. por Oybin, 2017). Ahora bien, donde algunos ven la utilización del trabajo ajeno, otros ven una crítica que apunta de manera incómoda a hasta qué punto es posible someter individuos en pro del arte contemporáneo. Son proposiciones que, en suma, enfatizan un tema al mismo tiempo que lo ocultan: «la imposibilidad de acabar con los simulacros que sustentan la política y el arte» (Arte por Excelencias, 2010).

Bibliografía

Arte por Excelencias (2010). «Cuando las actitudes devienen mercancía (El arte de Santiago Sierra)». Arte por Excelencias. [Fecha de consulta: 28 de agosto de 2019]. <https://www.arteporexcelencias.com/es/articulos/cuando-las-actitudes-devienen-mercancia-el-arte-de-santiago-sierra#>

El garaje ediciones (2018, 21 febrero). Santiago Sierra, entrevista [vídeo en línea]. [Fecha de consulta: 28 de agosto de 2019]. <https://www.youtube.com/watch?v=B53L7U1O5fM>

Moriente, David (2009). «Santiago Sierra: ocultar y desvelar. Una genealogía de la dominación». Revista de la Acción Aragonesa de los críticos de arte (n.º 7). [Fecha de consulta: 6 de septiembre de 2019]. <http://www.aacadigital.com/contenido.php?idarticulo=190>

Oybin, Marina (2017, 14 mayo). «La realidad, en carne viva. Claves para entender la obra de Santiago Sierra». La Nación. [Fecha de consulta: 6 de septiembre de 2019]. <https://www.lanacion.com.ar/opinion/claves-para-entender-la-obra-de-santiago-sierra-nid2022884>