Introducción

Lo invisible, lo común, lo mágico

Ante el vaciado y la despolitización de los sentidos de lo colectivo que se ejerce desde el poder –que busca continuamente activar nuevas formas de dominación– y frente a la homogeneización y la mercantilización de la vida que se deriva de estos procesos de debilitamiento de lo común, cuáles son las prácticas que nos ayudan a seguir movilizándonos y a seguir confiando en nuestra capacidad para «educarnos a nosotros mismos para construir, juntos, un mundo más habitable y más justo» (Garcés, 2017).

Con el objetivo de abordar estas cuestiones, y buscando daros el tiempo y el espacio desde donde imaginar y reivindicar futuros compartidos –más allá del imaginario de un mundo unificado, aunque en absoluto unitario (Espai en Blanc, 2006)– el programa Grigri Pixel propone conectar experiencias, generar alianzas, vincular espacios, haceres y comunidades, para cooperar en la elaboración de grigris o amuletos colectivos, objetos mágicos en su capacidad para reencantar nuestra vida en común mediante el potencial creativo y curativo de lo colectivo, en la encrucijada entre fronteras geográficas y disciplinares.

Específicamente, Grigri Pixel busca agujerear, crear túneles y puentes, abrir puertas y ventanas (Museo Reina Sofía, s. f.) para hacer entrar y conectar otros imaginarios, desde otras latitudes, y para dar visibilidad, en concreto, a actores, creadores y agentes culturales de origen africano –una geografía maltratada históricamente– para articularse con comunidades locales en territorio europeo; sacar el continente africano de la excepcionalidad, provocar espacios de intercambio, de hospitalidad, para dar lugar a saberes, a formas, a afectos, a modos de vivir juntos desde mundos a priori lejanos y extranjeros.

Se quiere así también, desde este programa, abrir espacio para lo mágico, para lo invisible, entendido como las prácticas que están todavía por construir, los procesos colectivos que son difíciles de medir y cuantificar, los aprendizajes que surgen en los límites de lo inesperado y que son capaces de cambiarnos a nosotros mismos cambiando nuestro entorno más próximo.

Lo mágico que residirá aquí, en gran medida, en el hecho de involucrarse en compartir con otros un proceso de imaginación, creación y construcción colaborativas. Es en esa colaboración, en la que intercambiamos saberes, formas de hacer y visiones sobre nuestros espacios de vida, nuestros espacios comunes, y sobre qué es aquello que creemos que nos cuida y nos protege –no a cada cual, sino a unos con otros– como habitantes de esos espacios, desde donde podremos abrir caminos que nos permitan vivir de otras maneras.