1.2. Breve cronología del dibujo
Esta breve cronología del dibujo no pretende ser ni exhaustiva ni historicista; a lo único que apunta es a recoger algunos elementos de reflexión sobre la necesidad humana de realizar marcas (en particular, aquellas que sugieren formas y signos); las maneras en que las personas provocaban su mente para evocar o recordar imágenes; el uso ni de formatos ni planos, ni de papel; y por último la persistencia del dibujo a lo largo de milenios, quizás como sugieren los neurobiólogos, debido a una predisposición cerebral para facilitar el reconocimiento de contornos transformándolos en líneas. Pero el tipo de señales dejadas por nuestros ancestros nos hace pensar en la etimología inglesa de la palabra draw, que como decíamos quiere decir dragar, hacer canales o surcos sobre algo. Si consideramos la capacidad de hacer marcas (líneas, puntos, etc.), los orígenes del dibujo podrían remontarse a aproximadamente quinientos mil años (Joordens y otros, 2015).
Como decíamos, sin pretensiones de crear un gran relato del dibujo, lo interesante de este dato histórico es que hace medio millón de años nuestros antepasados tuvieron la necesidad de dejar su marca sobre unas conchas. No sabemos si con el objetivo de definirlas como propiedades personales, en la búsqueda de la trascendencia, por el simple hecho de matar el tiempo o de jugar un rato.
En relación con el arte rupestre figurativo, por el momento, los dibujos de la cueva de Chauvet (Francia) son los más antiguos; según los expertos, fueron realizados hace 32.000-30.000 años[1]. Existen diversas teorías sobre la razón de estos dibujos; pero no nos arriesgaremos con ninguna, simplemente nos centraremos en el hecho objetivo de que existen estos registros hechos de líneas, puntos y manchas que juegan con los volúmenes de las piedras y representan, a veces de manera extremadamente realista, la realidad (exterior e interior) de nuestros ancestros. Es interesante la reflexión poética que hace Josep Palau i Fabre en Vidas de Picasso (1962) sobre el momento en el que aquellos cazadores del paleolítico se transformaron en artistas:
«El toro se le aparecía, no lo dejaba dormir tranquilo, hasta que… un buen día, sin saber cómo, obedeciendo su brazo, el mismo brazo que le había servido para matar el animal, comienza a trazar sus líneas sobre las paredes de la cueva…» (Palau i Fabre, 1962/2002, págs. 23-24)
Entre otras cosas, lo interesante de los dibujos de las cuevas es el uso de las sugerencias provocadas tanto por las grietas como por los volúmenes de las piedras (probablemente por los efectos derivados de la iluminación, ya fuera natural o artificial). Con esto nos referimos a las capacidades de excitación de la mente para producir imágenes a través de las sugerencias de manchas.
Un fenómeno parecido a esta técnica de estimularse a través de las sombras y las manchas fue referido por Leonardo da Vinci en la entrada 163 de su famoso Tratado de la pintura. Allí menciona el «método para despertar la mente a una cantidad de invenciones». Leonardo sugiere:
«… mirando atentamente las viejas y descascaradas paredes, o las vetas en piedras o en el mármol de diferentes colores, descubrirás que puedes ver en ellas diversas composiciones, paisajes, batallas, figuras en movimiento rápido, extraños semblantes y vestidos, y una infinidad de otros objetos. Guiado por estas confusas líneas tu genio inventivo se excitará y tu mente se activará.» (Da Vinci, 1877/2005, pág. 62)
Seguramente esto no nos resulta demasiado extraño, ya que todos hemos jugado a encontrar formas reconocibles en las nubes. Una actividad que es muy habitual en niños, pero que también debería fomentarse en aquellos adultos que se dedican a las actividades relacionadas con la creatividad.
Llamamos pareidolia al fenómeno psicológico donde un estímulo vago y aleatorio (generalmente una imagen) se percibe de manera errónea como una forma que nuestra mente cree reconocer.
Volviendo a los orígenes del dibujo, en The Primacy of Drawing, Deanna Petherbridge se refiere a Plinio el Viejo (siglo I d. C.), quien aceptaba que la cuestión del origen del arte era incierta, pero lo que sí se atrevía a decir era que griegos y egipcios coincidían en que el origen de la pintura había comenzado con el delineado de la sombra de un hombre (Petherbridge, 2010/2014, pág. 19).
Hoy en día, también existen algunas teorías que pretenden explicar el arte rupestre como un fenómeno casi fotográfico, es decir, que a través de algún agujero entraba luz a la cueva y proyectaba las imágenes de los animales en las paredes, transformándola así en una camera obscura. Pensamos que la relevancia de la historia referida por Plinio radica en el hincapié en la línea como sistema original de representación. Lo maravilloso es que, como explicaremos con más detalle más adelante, las líneas casi no existen en la naturaleza.
Aun así, como demuestra el descubrimiento de Joordens y otros (2015), las líneas parecen haber excitado las mentes de nuestros ancestros desde tiempos muy remotos.
Como sugiere Livingstone, los seres humanos estamos neuronalmente adaptados para el reconocimiento de contornos que identificamos como líneas sin ningún tipo de problema, y además desde muy temprana edad. Para Ramachandran y Hirstein, esos contrastes además provocan un tipo de excitación neuronal.
El dibujo también estuvo presente en la vida cultural y religiosa del mundo antiguo. Por ejemplo, en el Egipto de los faraones, en los libros de los muertos abundaban las ilustraciones, y la pintura egipcia, con su predominancia lineal, adornaba los muros de los templos. También en la Grecia antigua, los dibujos o ilustraciones eran utilizados como motivos decorativos que adornaban vasijas, platos, etc.
En la edad media, además de las pinturas icónicas del románico, los códices ilustrados hacían servir el dibujo como herramienta para decorar los textos.
Pero, es durante el Renacimiento cuando el dibujo vive un auténtico esplendor; por un lado, por la relativa facilidad para acceder al papel; por otro, como consecuencia del auge de las escuelas de los grandes maestros donde se insistía en la importancia de los estudios del natural; y finalmente, por el uso proyectual derivado de la necesidad de la construcción arquitectónica, escultórica, etc.
En la actualidad, varias disciplinas relacionadas con el dibujo están viviendo un auténtico auge, como la ilustración de tendencias (así como la de moda, la de libros infantiles, la de álbumes ilustrados para adultos), el concept art, los storyboards, el cómic, el arte urbano, etc.
Por otro lado, como veremos más adelante, el uso del dibujo como técnica de aprendizaje o como sistema para facilitar la retención se utiliza en las relatorías gráficas (graphic recording/facilitation), los mapas mentales y conceptuales, el art journaling, etc., lo cual ha hecho que el campo vuelva a suscitar interés.
Conclusiones
Desde hace miles de años, nuestros ancestros han buscado dejar su «marca» a través del dibujo.
El soporte del dibujo no ha sido siempre el papel. Nuestros antepasados hicieron servir conchas, paredes de cuevas, tablillas de arcilla, muros de templos, piezas de madera, etc.
En la antigüedad, se usaron diferentes sistemas para estimular la mente y así evocar imágenes diversas. Este fenómeno ha quedado patente en el arte rupestre, en el Renacimiento, en el uso de los frottage y de calcomanías de los surrealistas. Al parecer, los seres humanos tenemos una facilidad para conectar patrones de información visual del mundo exterior con imágenes que almacenamos en nuestra memoria.
El cerebro procesa con gran facilidad los contornos como líneas, de ahí nuestra naturalidad para expresarnos usando este elemento gráfico.
El dibujo ha tenido momentos en los que su interés ha aumentado o ha disminuido. En la actualidad, estamos viviendo una etapa en la que el dibujo vuelve a llamar la atención. Evidencia de esto es la proliferación de disciplinas que utilizan el dibujo como base fundamental.