Palabras clave
bienales; arte contemporáneo; geopolítica; Tercer Mundo; arte global.
Descripción
Las bienales de arte, citas que hoy por hoy son consideradas fundamentales en la circulación y legitimación del arte, iniciaron su andadura con la I Esposizione Internazionale d’Arte della città di Venezia, en el año 1895. En aquel primer evento italiano –semilla de lo que es la actual Bienal de Venecia– el único espacio expositivo fue el Palazzo delle Esposizioni donde se exhibieron obras de artistas italianos, así como de creadores extranjeros. Sin embargo, pronto se observó la necesidad de ampliar los lugares de exposición debido, principalmente, a la voluntad de que hubiera más espacio para los artistas extranjeros (y, tal vez, atraer así indirectamente más interés sobre los italianos).
Fue así como a partir de 1907 se autorizó la construcción de los primeros pabellones nacionales dentro del espacio de los Giardini y, a partir de su séptima edición, la muestra se organizó en pabellones nacionales. Actualmente, pasados más de 120 años, esta estructura no ha cambiado pese a las críticas y a los intentos de modernización del modelo. Sin embargo, es interesante señalar que los pabellones nacionales construidos dentro del recinto oficial de la Bienal –los Giardini y luego, en su ampliación, en el Arsenale– reflejan en gran medida la situación geopolítica mundial, o sea, la mayoría de las naciones que tienen un espacio fijo en la cita veneciana son aquellas consideradas ricas o desarrolladas, el denominado Primer Mundo. Este hecho lleva a la evidente consideración que la mayoría de las obras y artistas representados en esta gran vitrina del arte moderno y contemporáneo son artistas provenientes de estos territorios.
La cita veneciana fue durante décadas el único certamen de este tipo, consolidando su prestigio y concentrando gran parte de la exhibición del arte occidental e influenciando con su modelo a los demás eventos expositivos que iban apareciendo paulatinamente. La siguiente bienal significativa solo aparecerá en 1951, cuando se celebre la 1ª Bienal de São Paulo. Este evento intentó, con notable éxito, ser un centro catalizador en el hemisferio sur del arte moderno occidental, basándose en un primer momento en el modelo veneciano de envío por países y focalizado en la producción del arte occidental ya fuertemente consolidada.
Desde la segunda mitad del siglo xx, diversos cambios en el panorama internacional de orden político, económico y social impulsaron el desplazamiento del interés del centro –léase Europa y Estados Unidos– hacia aquellas regiones que en aquellos momentos se encontraban en los márgenes. Sucesos como el paulatino proceso de descolonización en África desde el fin de la Segunda Guerra Mundial; el retorno a regímenes democráticos en países de distintas regiones –como Latinoamérica, España y Portugal– a partir de los años setenta y ochenta; la caída del muro de Berlín en 1989 y el giro de los regímenes comunistas del Este hacia el capitalismo, conformaron un potente conjunto de acontecimientos que desembocaron en la culminación del proceso de globalización. Proceso que se verá reflejado en todas las esferas sociales y culturales y que, obviamente, también se dejará sentir en las formas de producción y consumo del arte.
A partir de esta ampliación del modelo capitalista globalizado en el campo del arte, «la idea de que toda ciudad, fuera cual fuera su ubicación en el mapa geopolítico, podía actuar como un hub (punto de intercambio o centro de distribución del tráfico) internacional empezó a ser un tema recurrente» (Guasch, 2016, pág. 149). El acento que se empieza a poner en la discusión de la producción cultural y artística de las periferias llevó a un exponencial crecimiento de eventos dedicados a la exposición de obras realizadas en estas latitudes, organizándose exposiciones, ferias y bienales tanto en los países del norte (central) como del sur (periférico).
Movido por este impulso el Centro de Arte Contemporáneo Wifredo Lam, fundado en el año 1982 en la ciudad de La Habana, empieza a diseñar un evento capaz de divulgar los logros creativos del llamado Tercer Mundo (naciones periféricas o subdesarrolladas). Para esta empresa llevaron a cabo un amplio trabajo investigativo sobre el desarrollo de las manifestaciones culturales y artísticas de regiones y grupos periféricos, partiendo de un vasto fondo documental y realizando también investigaciones locales muy cercanas a los estudios antropológicos, donde investigadores y comisarios buscaban en las fuentes primarias los artistas y tendencias para programar su evento.
El resultado de este arduo trabajo fue la inauguración de la 1ª Bienal de La Habana en 1984. Fue la primera muestra de arte contemporáneo que consiguió establecerse fuera del eje Europa/Estados Unidos, quienes elegían hasta entonces qué era lo que se debía exhibir de manera global. Además, huye de modelos de bienales como las de Venecia y São Paulo –las dos grandes citas hasta aquel momento– pues no se centra en los artistas y tendencias establecidos en el espectro hegemónico/occidental buscando alternativas a las representaciones y a los envíos nacionales.
Si bien es cierto que en la primera edición de 1984 la cita habanera no incluyó artistas de todas las latitudes del globo, el deseo de abrir un espacio de representación para el arte periférico y descentrado fue latente desde su concepción y se concretó posteriormente en su segundo certamen en el año 1986.
La primera edición de la Bienal en 1984 se centró en artistas de América Latina y el Caribe (casi 2.000 obras de 800 artistas), aunque su intención global se mostraba presente desde sus inicios. De acuerdo con el documento fundacional del Centro Wifredo Lam, las atribuciones y funciones de la Bienal serían:
El estudio y promoción de la obra de Lam como expresión universal del arte contemporáneo, la promoción internacional de la obra de artistas de Asia, África y América Latina, el fomento de actividades internacionales para establecer redes de cooperación, y la promoción de las manifestaciones contemporáneas de artistas cubanos (Centro Wifredo Lam, 1983, cit. por Rojas-Sotelo, 2011, pág. 164).
Siguiendo estos presupuestos, la segunda edición en 1986 sumó a las obras de artistas de América Latina, producciones provenientes de Asia, África y del Medio Oriente, en otra cita con números grandiosos: se exhibieron cerca de 2.400 obras de 690 artistas de 57 países. La tercera edición en 1989 contará además con artistas con origen o residencia en Europa y Estados Unidos. A partir de esta tercera cita, se decide eliminar la división por países y su carácter competitivo con la desaparición de los premios. Desde entonces, cada edición se estructuraría alrededor de un concepto de reflexión que para el equipo curatorial representaba un tópico de interés dentro del debate internacional del arte contemporáneo. Esta estructura sigue funcionando en la actualidad.
La 3ª Bienal es considerada como una de las exposiciones más importantes del siglo xx a nivel global y la primera en conseguir alcanzar esta relevancia fuera del eje euroestadounidense. Su equipo curatorial formado por Gerardo Mosquera, Lillian Llanes y Nelson Herrera seleccionó a unos 300 artistas de 41 países de Asia, América, África y Europa que, bajo los conceptos de Tradición y contemporaneidad, exhibieron más de 850 obras organizadas por núcleos y exposiciones.
Otro importante punto de inflexión de esta muestra fue la realización de una numerosa serie de exposiciones paralelas, encuentros, workshops, entre otras actividades, que buscaban discutir y redefinir el papel de la cultura y del arte periféricos en aquel contexto de apertura multicultural y de irrupción de las teorías poscoloniales y decoloniales. Para hacerse una idea de la importancia y de la profundidad de aquellas discusiones, para el catálogo de la muestra escribieron autores como Roberto Segre, Juan Acha, Frederico Moraes y Rashid M. Diab, nombres fundamentales para la sistematización histórica e inclusión de las culturas periféricas en el seno de lo global.
Entre las peculiaridades propositivas de la 3ª Bienal de La Habana estaba su foco de interés en artistas que producían desde los márgenes –como se ha mencionado anteriormente–, lo que la distanciaba enormemente de las apuestas que se hacían en Venecia y São Paulo. Asimismo, a diferencia de proyectos curatoriales que distinguían o desplazaban los artistas periféricos a otros contextos o que se les asignaba una cuota de participación –como ocurrió en la famosísima exposición Magiciens de la terre realizada también en 1989–, lo que se buscó hacer en La Habana fue insertar el arte tercermundista en el contexto de la historia del arte occidental, reivindicando la presencia de los artistas periféricos en condición de igualdad con los artistas hegemónicos estadounidenses o europeos.
Los organizadores de la Bienal de La Habana creían que el conocimiento del arte de las zonas periféricas y relegadas ayudaría a revertir el pensamiento colonial que se reflejaba en imágenes estereotipadas del Tercer Mundo. Entre tanto, en lugar de adoptar una postura militante antioccidental, lo que la Bienal proponía era una suerte de pensamiento cultural y artístico globalista que «buscó disolver ese frente diferenciado en una narrativa artística común de raigambre occidental» (Piñero, 2014, pág. 176). Buscaron, por lo tanto, cartografiar el arte tercermundista de manera crítica y no homogeneizante, sin intentar crear un nuevo rótulo para esa producción, que era una de las trampas donde se podía caer. Por el contrario, buscaron reterritorializar los espacios provistos para el arte, por medio de una narrativa de representación que rompía el encapsulamiento de los artistas periféricos, reintegrándolos a la historia del arte moderno y contemporáneo.
Hay que tener en cuenta además que, como en prácticamente todos los grandes eventos expositivos y, específicamente en el caso cubano, dibujar una cita tercermundista respondía también a factores extrartísticos. La estrategia política del Ministerio de Cultura cubano intentaba, por un lado, resituar a Cuba en el escenario internacional ante la inminente desaparición de la URSS con el consecuente fin del apoyo soviético a la isla, y, por otro lado, posicionar a La Habana como centro del mapa del Tercer Mundo, al menos en la defensa de los aspectos culturales de este espacio. Debido a esto, el panorama artístico presentado en la Bienal estaba alineado con el de las solidaridades políticas del régimen cubano.
La Bienal de La Habana, en particular los presupuestos conceptuales muy bien logrados de su tercera edición, ayudó a sentar las bases y a cambiar el paradigma de las llamadas exposiciones globales. Entrada la década de 1990, la organización de exposiciones de arte que buscaban reacomodar el espacio para la producción antes relegada será cada vez más numerosa. Empieza a entenderse que establecer a este «otro» visible e incorporarlo en la escena artística y cultural implica nuevas concepciones de programas artísticos y eventos culturales donde sea posible promover la circulación de las diferencias.
El creciente interés, así como la circulación de ideas y la consagración del evento cubano, funcionó como vitrina y trampolín para que los artistas tercermundistas ganaran espacio y prestigio en los grandes eventos internacionales. Estos artistas logran no raras veces acceder al mainstream de los cientos de ferias y bienales actuales, donde, para justificar el discurso muchas veces incongruente de cuotas de corrección globalizante, a menudo se emplea la superexposición de un artista no occidental para reivindicar su carácter multicultural y de alteridad.
Bibliografía
Guasch, Anna Maria (2016). El arte en la era de lo global, 1985-2015. Madrid: Alianza Forma.
Piñero, Gabriela A. (2014). «Políticas de representación/políticas de inclusión. La reactualización del debate de lo latinoamericano en el arte durante la primera etapa de la globalización (1980-1990)». Anales del Instituto de Investigaciones Estéticas (vol. XXXVI, nº 104, págs. 157-186).
Ribeiro dos Santos, Renata (2018). «Exposiciones de arte global como idearios de redefinición geopolítica y social a finales del siglo XX». Revista Humanidades (nº 8, págs. 1-27). [Fecha de consulta: 22 de agosto de 2019]. <https://doi.org/10.15517/h.v8i2.33672>
Rojas-Sotelo, Miguel (2011). «The Other Network: The Havana Biennale and the Global South». The Global South (vol. 5, nº 1, págs. 153-174).
Valle Lantarón, Rubén del; Herrera Despaigne, Maribel (2009). Bienal de La Habana para leer. Compilación de textos. Valencia: Universitat de València / Centro Wifredo Lam.