El cuerpo humano es uno de los grandes protagonistas de la historia del arte occidental como consecuencia de procesos históricos y valores culturales que han situado paulatinamente al ser humano en el centro de la concepción del mundo. Sus modos de representación han variado significativamente con el transcurso de los siglos, sirviendo en contextos históricos distintos para instaurar valores de belleza femenina y masculinidad heroica, para diseminar sensibilidades religiosas, para reforzar el orden social existente, o bien para contestarlo visibilizando las corporalidades que se resisten a adecuarse al canon.
El Hombre de Vitrubio (1490), un pequeño esbozo hallado en uno de los diarios de Leonardo Da Vinci, ofrece un conjunto de anotaciones sobre las proporciones ideales del cuerpo masculino. Piernas y brazos extendidos, manos abiertas, se trata de un estudio revestido de la autoridad de las matemáticas y la geometría, que, al mismo tiempo que constata un conjunto de relaciones anatómicas, las fija de manera idealizada, estableciendo valores que tendrán luego un enorme impacto cultural aún perceptible. Otras pinturas de la misma época, como Adán y Eva (1507) de Alberto Durero o la Venus dormida (1510) de Giorgione, tuvieron un efecto modélico parecido y se replicaron durante los siglos posteriores. Durante la Segunda Guerra Mundial, las mismas preocupaciones de Leonardo serán abrazadas por el Modulor de Le Corbusier, un sistema antropométrico mediante el cual el arquitecto imagina un cuerpo mensurable y utópico, basado en la espiral áurea, que le sirve como referencia para dibujar sus planos arquitectónicos.
Al mismo tiempo, debemos entender la figura humana como una arena donde se dirime la sensualidad y el anhelo de perfección, las conductas virtuosas y punibles de cada época. En este sentido, muchos artistas han estado del otro lado del canon, discutiendo su hegemonía. La obra de Carol Rama, por ejemplo, discurre en buena medida a contrapelo de las sensibilidades artísticas dominantes durante la primera mitad del siglo xx. Acuarelas como Dorina (1940) o Heretical (1944) «rediseñan anatomías, amputan y reordenan las extremidades, realinean los orificios y revuelven las funciones fisiológicas. Sus mujeres son a menudo representadas sin brazos y sin piernas, aparecen rotas como ruinas clásicas dañadas del pasado antiguo de Italia» (Christoffersen y otros, 2017). Sus dibujos desordenan abiertamente la idealización renacentista y los mandatos femeninos de devoción y dulzura, mostrando el cuerpo como un fenómeno material asociado al placer, la enfermedad, el frenesí y la contienda política.
El trabajo de la artista Lorenza Böttner también desafía convenciones. Artista transgénero y sin brazos, su práctica artística se nutre de un dibujo expresivo hecho con los pies y la boca, que compone un vocabulario cercano a las artes escénicas y aborda temas abiertamente políticos y sexuales. Su obra gráfica es un revulsivo al imaginario esperable de una persona con diversidad funcional. Su muerte temprana por complicaciones relacionadas con el VIH ocurre poco después de las Olimpiadas de Barcelona 92, donde sirvió de inspiración (y encarnó) a Petra, la mascota paralímpica dibujada por Mariscal.
Más cerca en el tiempo, los dibujos incluidos en Tocar, no dominar (contagio) (2017) de Diego del Pozo, subrayan la importancia que los feminismos le han otorgado a los afectos como vehículo de saberes experienciales, así como la centralidad que la piel, y las superficies en sentido general, tienen en los procesos de cuidado. Aquí la dimensión táctil y el tejido de relaciones que acontece entre los cuerpos adquieren una relevancia especial. Azucena Vieites, integrante del colectivo Erreakzioa-Reacción, ha constituido también un gabinete gráfico utilizando herramientas provenientes del activismo feminista y el universo sensible del hazlo-tú-misma. El proyecto Tableau vivant, por ejemplo, convoca la niñez y los cuerpos infantes como fundamento de una investigación orientada a «observar y aprender de la capacidad de sorpresa, la falta de convención y la voluntad de construir lenguaje en edades tempranas» (Vieytes, 2013).
Finalmente, de la misma manera que puede propiciar espacios de imaginación, el dibujo ha cumplido históricamente un rol importante como instrumento de control somático. De la antigua frenología al entintado masivo de los pulgares, pasando por los modelos biométricos utilizados hoy en la seguridad de los aeropuertos, las tecnologías basadas en el dibujo han sido decisivas para que tanto el Estado como las corporaciones puedan reconocer y fijar cabalmente la identidad de las personas. Obras recientes como Face Cages (2013-2016) del artista Zach Blas abordan esta cuestión, interrogando el proceso de mapeo digital del rostro y creando, a partir de los nodos y líneas de los parámetros biométricos, un conjunto de esculturas metálicas que son luego utilizadas como máscaras para ocultar la identidad.
Referencias
Böttner, Lorenza (2017). Requiem por la norma. Folleto de mano disponible en:
http://ajuntament.barcelona.cat/lavirreina/sites/default/files/2018-12/Requiemporlanorma_0.pdf
Consulta 03/06/2019
Christoffersen, Helga; Gioni, Massimiliano; Lehrer-Graiwer, Sarah; Vergine, Lea; Danh, Vo; Rama, Carol (2017). Carol Rama: antibodies. Nueva York: New Museum Ed.
Preciado, Paul B. Podcast de Son(í)a Radio Web MACBA.
Disponible en: https://www.macba.cat/en/rwm-sonia-carol-rama
Consulta 03/06/2019
Vieytes, Azucena (2013). Tableau Vivant (folleto de mano). MNCARS.
Disponible en: https://www.museoreinasofia.es/sites/default/files/exposiciones/folletos/folleto_vieites_es.pdf
Consulta 03/06/2019