Hablamos de perspectiva para referirnos a una técnica de representación capaz de sugerir, mediante una serie de reglas geométricas, la tercera dimensión sobre un plano bidimensional. No obstante, existen variantes y sus desarrollos han respondido a contextos históricos muy diferenciados, la más relevante es la perspectiva cónica, surgida en el siglo xv con las investigaciones de artistas y arquitectos como Paolo Ucello (1397-1475) o Filippo Brunelleschi (1377-1446). Consolidada paulatinamente como uno de los paradigmas ópticos más importantes de Occidente, la perspectiva cónica contribuyó a redefinir no solo la historia de la pintura y la arquitectura sino la comprensión entera del tiempo y el espacio, constituyéndose como uno de los instrumentos medulares de la modernidad.
Al igual que cualquier otra técnica, la perspectiva posee una serie de reglas evidentes, conocidas por todos, y otras que operan de manera implícita. Una primera evidencia, por ejemplo, es la convergencia de todas las líneas en un punto de fuga. Esto hace que los objetos parezcan más pequeños o grandes según la distancia del observador y termina por establecer una dinámica de importancia según la cercanía. Por esta misma dinámica, los objetos que se encuentran en diagonal respecto al plano de representación quedan escorzados, es decir, sujetos a un efecto visual que los deforma, acortándolos para aumentar la sensación de profundidad. Para lograr estos resultados, la perspectiva ignora la curvatura de la tierra y el hecho de que la percepción no se produce realmente sobre un plano bidimensional, lo cual provoca diversas distorsiones en la representación perspectiva. El horizonte se concibe como una línea recta abstracta en la que convergen todos los planos horizontales y despliega un sistema que tiende a asumir como natural y objetivo el punto de vista de un espectador inmóvil, constituido por un solo ojo inmutable. Otra de sus consecuencias tiene que ver con el tiempo. La idea de un espacio geométrico y calculable trae aparejada la idea de un tiempo lineal y un futuro predecible. La perspectiva se encuentra en la base de la concepción moderna de la historia como una flecha ultraveloz lanzada hacia delante.
A comienzos del siglo xx, las exploraciones cubistas de Pablo Picasso (1881-1973) y Georges Braque (1882-1963) rompieron con este paradigma, introduciendo la temporalidad en la representación bidimensional de manera disruptiva. El cubismo analítico propuso absorber el recorrido del artista por el espacio, incluyendo una dimensión temporal que le permitía ensayar distintos puntos de vista de un mismo objeto para luego ensamblarlos como planos biselados. El objeto aparece así descompuesto en sus partes fundamentales y a través de su observación minuciosa es posible reconstruir diferentes posiciones del sujeto en el espacio. En La ventana abierta (1921), por ejemplo, el artista Juan Gris (1887-1927) integra y profundiza las investigaciones cubistas, desmontando y extrañando una de las metáforas fundacionales de la perspectiva (cuya etimología, precisamente, significa «ver a través de»).
A partir de las vanguardias, la perspectiva cónica ha ido perdiendo paulatinamente su hegemonía y ha comenzado a ser discutida por otros paradigmas visuales. La artista y ensayista Hito Steyerl afirma que «nuestro sentido de la orientación espacial y temporal ha cambiado radicalmente en años recientes como consecuencia de las nuevas tecnologías de vigilancia y monitoreo. Uno de los síntomas de esta transformación es la creciente importancia de las vistas aéreas: panorámicas, Google Maps, imágenes por satélite. Nos estamos acostumbrando cada vez más a la que antes se denominaba la visión de ojo de Dios. El punto de vista estable y singular está siendo complementado (y muchas veces reemplazado) por múltiples perspectivas, ventanas superpuestas, líneas y puntos de fuga distorsionados» (2014, pág. 17). Para Steyerl la metáfora de la ventana ya no es útil para explicar este momento histórico. Antes que estar parados sobre una superficie estable, contemplando una línea de horizonte capaz de ordenar la navegación y los deseos, nos envuelve el vértigo del mareo, la sensación de estar cayendo sin pausa, completando un trayecto donde, en realidad, nunca hay tierra firme al final. Además de esbozar un diagnóstico social más amplio vinculado al desenfoque de un horizonte colectivo, se trataría de la constatación de que, despojados de un punto visión monolítico y unidireccional, hoy nos encontramos envueltos en una realidad multiventana, rodeados por una miríada de pantallas que son también capaces de observarnos.
En How are you feeling today? (2015) la artista Eva Fábregas sitúa a Clippy the Paperclip, el antiguo clip asistente de Windows, detrás de una ventana lindante con la acera. El lugar paródico que este personaje ocupa hoy en la cultura popular, así como su condición de caricatura antropomórfica, revela algunas de las estrategias diseñadas desde las empresas para orientarnos en el uso de software y en la navegación de la interfaz de nuestro ordenador. El trabajo incorpora un dispositivo por el cual el vidrio que separa a Clippy de los transeúntes se empaña, abandonando, por efecto de la condensación, su condición de transparencia.
Referencias
Panofsky, Erwin (1999). La perspectiva como forma simbólica. Madrid: Tusquets Ed.
Steyerl, Hito (2014). Los condenados de la pantalla. Buenos Aires: Caja Negra Ed.