Descripción
En los estudios sociales y filosóficos sobre estética, el concepto de acontecimiento se popularizó a partir de la obra de Deleuze, que cuestiona las perspectivas según las cuales la obra de arte, y todas las características que la integran, no depende de los actos de una compleja red de actores/actantes, sino que se define y se experimenta por sí misma. Como señala Díaz (2011, pág. 129), Deleuze plantea que:
«Toda obra de arte merecedora de ese nombre constituye un acontecimiento, se define por su capacidad para producir un acontecimiento. A su vez, todo acontecimiento merecedor de ese nombre contiene un elemento esencial de creatividad que lo emparenta con la producción artística, de tal modo que los campos de la ciencia, la historia, la filosofía y el arte constituyen a la larga un sistema de vasos comunicantes trenzado alrededor de la producción de acontecimientos.»
Para Deleuze, un acontecimiento artístico es todo aquel momento en el que se experimentan sensaciones no comunes o no conocidas hasta entonces. Para que esto ocurra, señala que se deben dar tres características (Díaz, 2011):
- La obra de arte se debe sostener por sí misma. Es decir, debe tener una intención o una motivación que justifique no solo su existencia, sino también cómo se construye: qué medio se elige, qué técnica, etc.
- La obra de arte debe quedar definida por su marco. Esto es, debe incluir la involucración en su proceso de creación de todos los actores y ámbitos que vayan a permitir su disfrute o que se relacionen con su motivación. Esto otorga a la obra su carácter complejo.
- La función de la obra de arte no debe consistir simplemente en encarnar el acontecimiento; es necesario además hacerlo circular, ponerlo en conexión con distintos agenciamientos. Esto se refiere a que la obra de arte, además de permitir la revelación de emociones profundas, tiene que poder ser agenciada por otros actores o, incluso, tiene que poder potenciar el agenciamiento de los actores implicados en su producción.
Posteriormente, la idea de acontecimiento ha sido empleada y revitalizada a partir de la teoría del actor-red de Latour. Como se explica más en profundidad en la ficha sobre la noción de actor, dicha teoría concibe la realidad social como una red tejida por nodos, que serían actores, y las relaciones entre ellos, que se denominan traducciones. Esta red se construye por las interacciones y relaciones de seres humanos y de objetos no humanos. A todos ellos se los denomina actores o, más concretamente, actantes (Pozas, 2010).
Desde esta teoría, un acontecimiento es un «complejo indeterminado de circunstancias que habilitan posibles conexiones de actantes, a la vez que la exaltación de la indeterminación de lo colectivo» (Correa Moreira, 2012, pág. 73). Es decir, un acontecimiento es un momento, un espacio de tiempo o un lugar donde se reúnen todos los requisitos para que ocurran dos cosas: 1) que se dé una interacción (traducción) entre actantes (actores), y 2) que esta interacción revele su potencial.
Veámoslo con un acontecimiento clásico en el ámbito del arte como es la exposición. Si la exposición está correctamente construida, se reunirán en un mismo espacio temporal y físico la obra de arte, la técnica o medio utilizado, y un público crítico y reflexivo, etc., lo que permitirá su interacción y la revelación del potencial de esa interacción. Dicho potencial puede entenderse tanto como la exploración y vivencia de emociones profundas —como decía Deleuze—, como de cualquier otro tipo —para la teoría del actor-red—, como por ejemplo la posibilidad de explotación económica.
Tanto si concebimos el acontecimiento artístico a la manera Deleuze como si lo hacemos desde el prisma de la teoría del actor-red, nos estamos refiriendo a una concepción de la obra de arte o del acto artístico como algo que, de alguna manera, solo es posible si está constituida como una acción social y, como tal, es producto de la intervención, intención y capacidad de agencia de múltiples actores individuales o colectivos, y no solo humanos, sino también de otros «actantes», tales como el espacio, el tiempo, el medio artístico, la técnica, la historia, las instituciones, las regulaciones, etc.
La principal crítica que se hace al concepto de acontecimiento según Deleuze es la expresada por Badiou, según el cual habría que invertir la lógica del acontecimiento artístico para que esta fuera verdadera. Así, si para Deleuze una obra de arte es un acontecimiento construido por la suma de acciones y su sentido depende de ellas, Badiou argumenta lo contrario: es decir, que es el acontecimiento de la obra de arte lo que permite dar a entender, separar y construir todas las acciones aisladas. En otras palabras, para Deleuze, el sentido de una obra de arte depende de la suma de todas las partes que lo han construido como acontecimiento, mientras que, para Badiou, es la obra de arte como acontecimiento lo que permite entender el sentido de todas las acciones que en ella se enmarcan (Máquina Crísica, 2017).
Bibliografía
Correa Moreira, G. M. (2012, mayo). «El concepto de mediación técnica en Bruno Latour. Una aproximación a la teoría del actor-red». Psicología, Conocimiento y Sociedad (vol. 2, n.º 1, págs. 56-81).
Díaz, L. O. (2011, otoño). «Arte y acontecimiento. Una aproximación a la estética deleuziana». Revista Latinoamericana de Filosofía (vol. XXXVII, n.º 1, págs. 127-152).
Máquina Crísica (2017). El acontecimiento según Deleuze [entrada en blog]. [Fecha de consulta: 20 de agosto de 2019]
<https://maquinacrisica.org/2017/06/29/el-acontecimiento-segun-deleuze/>
Pozas, M. Á. (2015). «En busca del actor en la teoría del actor-red». En: I Congreso Latinoamericano de Teoría Social (Instituto de Investigaciones Gino Germani. Facultad de Ciencias Sociales. Universidad de Buenos Aires) [en línea]. [Fecha de consulta: 21 de agosto de 2019].
<http://cdsa.aacademica.org/000-079/51.pdf>