Descripción
En la tradición del pensamiento sociológico, fue Max Weber (1864-1920) quien popularizó el estudio sobre cuál y cómo es la intención de nuestros actos. Según él, la intención es uno de los elementos característicos de la acción social. La intención sería el propósito de la acción, es decir, las consecuencias que se buscan y que se esperan de ella. Weber otorgó a la intención el papel de ser el motor de la mayoría de los actos y, por lo tanto, es el principal elemento que inspira comprensión de estos actos. Para estudiar un acto social no hay que analizar sus consecuencias reales, sino las consecuencias que se querían conseguir, es decir, la intención. A partir de esta teorización, numerosas corrientes sociológicas comenzaron a integrar y pensar en sus desarrollos acerca de la intención. En esta ficha destacamos tres de las más importantes, una anterior a Weber y dos posteriores: la tradición de Tönnies, el interaccionismo simbólico y el funcionalismo.
Ferdinand Tönnies (1855-1936), algo antes que Weber, ya había identificado la intencionalidad como la principal fuente de la acción social. Para él, existían dos tipos de intenciones de las que emanan todas las acciones. La primera es la racional/instrumental, que consiste en una acción cuyo motivo es producir un beneficio basándose en un cálculo racional. La segunda es la intención emocional o esencial, que pretende conseguir un objetivo a partir de emociones como la pasión, el amor, la fe, etc. Tönnies reconoce que la mayoría de las acciones de las personas se ubican en una posición del eje que une estos dos extremos, en función de si prima más el cálculo racional o las emociones.
En el interaccionismo simbólico, la acción intencional es una de las características de la naturaleza humana. La intención de toda acción toma una forma muy concreta: imponer o alcanzar un acuerdo acerca del significado de una situación. Esto significa que toda acción es subjetiva, porque cada persona considera unos significados de su acción distintos, y que para llevar a cabo la acción y tener éxito se deben tener en cuenta las conciencias y los significados que manejan los demás.
Para el funcionalismo, desarrollado principalmente por Talcott Parsons (1902-1979), la importancia de la intención individual es mucho menor que en las tradiciones anteriores. Se concibe que un individuo puede tener una intención concreta, pero esta intención siempre estaría determinada por su posición y función en el sistema. Es decir, los actos intencionales se dan siempre que la intención individual no enfrente la función del sistema dentro del que actúa.
Frente a estas posturas que conciben la intención como la característica más relevante de la acción social, existen otras, como la postura del conductismo, que niega el componente intencional en la acción. Para el conductismo, el comportamiento humano no tiene un fin intencional, sino que resulta de la reacción biológica, o socialmente aprendida, ante una serie de estímulos externos.
En el ámbito del arte, la intención del autor o autora en su práctica artística ha sido objeto de un debate similar. Existe una corriente de pensamiento que considera que la intención del artista sería la principal variable que influye en el desarrollo de sus obras. El ejemplo más característico es el estudio de la intención política o la intención expresiva (querer mostrar o desencadenar emociones y/o ideas) de una obra específica. La corriente contraria considera que la práctica artística no se define por intención, sino que es un acto determinado por los estímulos y experiencias del artista, por el contexto social, por la técnica o por el canal que utiliza. En el marco de este debate surgen enfoques que tratan de superar los reduccionismos de estas posturas extremas, argumentando que la práctica artística es un fenómeno complejo, donde las intenciones del autor y los condicionantes del entorno también están relacionados y donde ambos son necesarios para la existencia y el estudio del arte.
Bibliografía
Giner, S.; Lamo de Espinosa, E.; Torres, C. (2006). Entrada «Acción social». Diccionario de sociología (pág. 3). Madrid: Alianza editorial.
Wolff, J. (1993). The Social Production of Art. Londres: The Macmillan Press.