Descripción
La transformación social, también denominada comúnmente cambio social, es toda aquella alteración de las estructuras de comportamiento, de los actores o de las relaciones entre estos en cualquier ámbito social. Específicamente en el ámbito de la sociología del arte, se utiliza el concepto de transformación para hablar de la capacidad que tiene el arte para afectar al contexto social que lo rodea. Se relaciona, por tanto, con los conceptos de intención o ideología, y sería la relación causal contraria a la analizada por la teoría del reflejo (dicha teoría estudia la influencia del contexto en el arte, mientras que la transformación, como hemos dicho, estudia la influencia del arte en el contexto). En este sentido, las posiciones son múltiples, desde quienes defienden que el arte es una herramienta muy poderosa para modificar la realidad social, hasta quienes limitan esa influencia a pequeños cambios.
Dentro de estas últimas posiciones negacionistas o minimalistas de las posibilidades de transformación social del arte, destaca la corriente marxista más clásica y materialista, según la cual, el arte se constituye como parte de la superestructura (la cultura e ideas que se crean a partir de las condiciones materiales de producción, es decir, de la estructura, y que tienen la función de mantenerla) y a ella se reduciría su influencia. Por tanto, desde las posiciones más estrictas, las posibilidades del arte, en tanto que parte de la superestructura, de influir en la estructura —lo importante, lo que fija las relaciones de poder y clases— serían mínimas. Cabe aclarar que desarrollos posteriores del marxismo, como por ejemplo el de la Escuela de Frankfurt con Horkheimer y Adorno, se incluirían en la posición contraria al pensar que el arte puede favorecer al desarrollo del ser humano (Huesca, 2013).
Desde la posición contraria, la que ve en el arte una herramienta de cambio social, se han estudiado las implicaciones que las obras de arte o los actos artísticos tienen desde un punto de vista psicológico y, sobre todo, político. En este último ámbito es en el que nos centraremos. Janet Wolff (1993, pág. 62) realiza una aclaración pertinente sobre qué se entiende por el adjetivo político, cuando se habla de influencia política. Señala que el arte, más allá de la intención o ideología del autor o autora, es siempre político en el sentido amplio de la palabra: en cuanto que forma parte de la sociedad y de las estructuras de poder. En otras palabras, el arte es un producto social con implicaciones sociales; no existe contradicción al afirmar el doble sentido de la relación. Wolff prosigue su teoría sobre la transformación señalando que esta idea se suele asociar a grandes procesos de cambio, como revoluciones, pero que además de como herramienta revolucionaria, la influencia del arte va mucho más allá y puede adoptar, entre otras, las siguientes maneras de influencia, que también serían de transformación (Wolff, 1993, págs. 62-67):
- Apoyando revoluciones sociales y políticas, como hizo gran parte del movimiento futurista con su apoyo al fascismo (Reyes, 2014).
- Politizando, sensibilizando o socializando a la audiencia en determinadas ideas o valores, por ejemplo, el uso del Guernica como símbolo del movimiento y de la conciencia pacifista.
- Como canal de propaganda de regímenes autoritarios o instituciones totalizadoras. El ejemplo paradigmático serían las películas de Leni Riefenstahl en la Alemania nazi.
- Modificando la agenda pública o política, ayudando a imponer temas o problemáticas sociales para su pensamiento o resolución, como, por ejemplo, la novela autobiográfica La Campana de Cristal, de Sylvia Plath, con el feminismo y, sobre todo, los problemas de índole psicológica.
- Ayudando al estudio de la ideología o de determinadas características historicopolíticas, que a su vez influyen socialmente.
Recientemente, la dimensión transformativa del arte también se ha desarrollado en manifestaciones como las prácticas artísticas comunitarias socialmente comprometidas (socially engaged) o activistas. Se trata de modalidades de producción cultural que buscan la disrupción radical del statu quo —como en ciertas formas de artivismo— o, en las tendencias más moderadas, de prácticas artísticas en las que artistas y no artistas colaboran en el desarrollo de procesos culturales orientados a la pedagogía colectiva, el agenciamiento comunitario y, eventualmente, el cambio social de signo progresista, es decir, orientado a cierto sentido de justicia social y política (Felshin, 1995).
Bibliografía
Felshin, N. (1995). But It Art? The Spirit of Art as Activism. Toronto: Bay Press.
Huesca, F. (2003). «Walter Benjamin: hacia un nuevo concepto de arte». Revista Graffylia (n.º 16-17) [en línea]. [Fecha de consulta: 22 de junio de 2019].
<http://cmas.siu.buap.mx/portal_pprd/work/sites/filosofia/resources/PDFContent/896/008.pdf>
Reyes, L. (2014, 28 de octubre). «Futurismo, la estética del fascismo». Revista Tiempo.
Wolff, J. (1993). Aesthetics and the Sociology of Art. Londres: Macmillan Education.