3. Profesionalización

3.1. Salidas profesionales y situación actual

3.1.1. Introducción

Asegura Jameson (1995) que el posmodernismo no es un estilo, sino una pauta cultural: la lógica cultural dominante en el espacio del capitalismo multinacional avanzado. Los cambios de la posmodernidad incluyen una mutación cultural, concretamente una mutación de la función social. Es en esta mutación, acelerada por dos crisis económicas acaecidas después de que Jameson escribiera su ensayo –2008 y 2020–, donde tiene lugar la profesionalización de los agentes culturales en la actualidad. Sin embargo, el principal problema que plantea el acceso laboral del sector cultural es que su funcionamiento apenas ha cambiado y enraíza sus estructuras en formas feminizadas de trabajo. De hecho, la mayor parte de los trabajos del sector son desempeñados por mujeres, mientras que la mayoría de los puestos directivos siguen siendo ocupados por hombres.

El sector siempre se ha caracterizado por una serie de debilidades estructurales, con vías de profesionalización frágiles y una visible precariedad. Esto no significa que al trabajador o trabajadora cultural solo le quede la resignación como postura; al contrario, hay que buscar entre todas las opciones al alcance hasta encontrar la salida laboral adaptada a los intereses de cada persona. Además, hay que destacar que hablamos de un sector cultural con una importante aportación al PIB, a pesar de las drásticas reducciones de gasto liquidado en cultura por la Administración General del Estado y por las Administraciones autonómicas tras 2009 (algo más moderado por las Administraciones locales, según media nacional). Según el Anuario de Estadísticas Culturales, que publica anualmente el Ministerio de Cultura y que permite estimar el impacto de la cultura sobre el conjunto de la economía española, la aportación de las actividades culturales al VAB y al PIB ha ascendido paulatinamente de 2015 a 2018.

«Los resultados de la Cuenta Satélite de la Cultura en España indican que, en 2018, la aportación del sector cultural al PIB español se cifró en el 2,4 %, situándose en el 3,4 % si se considera el conjunto de actividades económicas vinculadas con la propiedad intelectual. Por sectores culturales destaca el sector Audiovisual y multimedia con una aportación al PIB total en 2018 del 0,69 %, sector que representa el 28,3 % en el conjunto de actividades culturales, incluye entre otros las actividades de cine, vídeo, música grabada o televisión. Le siguen por orden de importancia el sector Libros y prensa 24,4 %. Los restantes sectores tienen una participación inferior, Artes plásticas 20,4 %, Artes escénicas 10,8 % y Patrimonio, archivos y bibliotecas 8,5 %».

Ministerio de Cultura (2020, pág. 44)


Lejos de su concepción idealizada, la vocación es un constructo social, porque actuamos como si existiera acatando los convencionalismos que la normativizan. Pero ninguna clase de producción –material o inmaterial– se hace de manera independiente con respecto a lo material y, en consecuencia, desde su concepción queda ligada a la base económica que cimienta el sistema. La pasión creadora es racionalizada, instrumentalizada y sepultada por prácticas determinantes que la encaminan a la compensación económica. Las políticas culturales tienen entre sus principales objetivos reforzar la industria cultural, es decir, los incentivos culturales que se vehiculan desde las Administraciones públicas en todos los niveles –europeo, estatal, autonómico y local– hacia la promoción y difusión del arte son finalmente dirigidos a la rentabilidad económica del sector. Consecuentemente, la creación, la academia y las instituciones culturales ceden espacio al mercado y normalizan la precariedad, una precariedad que ha acabado por definir la cultura. Por este motivo, es interesante destacar los debates que en los últimos años ponen en duda la propia idoneidad del sistema del arte establecido, siendo especialmente críticos con el sector público de las artes visuales.

Ya se ha mencionado a diferentes organizaciones sin ánimo de lucro que han servido de altavoz tanto para visibilizar las debilidades como para proponer alternativas. Pero existen otras voces individuales que, como la del artista Daniel García Andújar, abogan directamente «por el desmantelamiento de la industria cultural en las artes visuales» (2021). En este caso, García Andújar defiende tres ejes para alcanzar un cambio de modelo:

  1. equilibro presupuestario,
  2. «moratoria por los vivos» (para, según el autor, «mejorar urgentemente los mecanismos de protección social, económica y laboral de los artistas y profesionales de la cultura») y
  3. recuperar y actualizar la Estrategia para las Artes Visuales, documento firmado en 2011.

Dos años después de la redacción del Código de buenas prácticas en 2010, la Dirección General de Bellas Artes del Ministerio de Cultura proponía elaborar un plan estratégico con el consenso de las principales asociaciones que trabajaban con las artes visuales. El resultado, disponible en formato PDF en diferentes plataformas, proponía una redacción concisa y propositiva, estructurada en líneas estratégicas que se dividían a su vez en objetivos y acciones. Sin negar el valor que tiene lo vocacional, anteriormente mencionado, la aspiración del sistema del arte debe ser la profesionalización de todos sus agentes, y en esa vía el sector público promueve en la actualidad diferentes líneas de apoyo como las que se explican a continuación.