2.6. Para ir leyendo
«Esta figura, hecha de dos triángulos equiláteros superpuestos, uno con la punta hacia abajo y el otro hacia arriba, de modo que el conjunto constituye una estrella de seis puntas, es una de las representaciones simbólicas más universales. Se encuentra en la India con el nombre de “yantra”; entre los hebreos, los cristianos y los musulmanes, con el nombre de “sello de Salomón”. También figura en la glíptica de las civilizaciones mesoamericanas. En la filosofía hermética representa la síntesis de las fuerzas evolutivas e involutivas, a través de la interpenetración de los dos temarios. La tradición hindú ve en él la unión de Shiva y Shakti, dicho de otro modo, la hierofanía fundamental. Hablando en términos psicológicos, para la escuela junguiana, esta unión de los contrarios simboliza “la unión del mundo personal y temporal del yo con el mundo no personal, intemporal del no yo”».
«Imaginemos ahora la profusión de simetrías circulares restringida a un plano. Por ejemplo, las burbujas de la espuma de un detergente tienden a ser esféricas en el espacio de tres dimensiones. Sin embargo, si constreñimos la solución jabonosa entre dos vidrios planos, tendremos ante nosotros burbujas circulares de diámetro parecido compitiendo entre sí por ocupar el espacio plano disponible. Una burbuja sin otras vecinas en su entorno inmediato presentará una forma de disco perfecto. Si la población de burbujas aumenta, cada disco tenderá a rodearse de hasta otros seis discos tangentes. El plano tenderá entonces a llenarse de círculos. Solo quedarán libres unos característicos intersticios entre los puntos de tangencia. Pero atención: si la presión de la población de círculos sigue creciendo, el espacio perdido de los intersticios tenderá a desaparecer porque los círculos se deforman hasta que el plano queda perfectamente pavimentado con una nueva forma emergente: el hexágono».
«Sin que viniese a cuento, ni figurase en el programa, ni correspondiese con la época contemporánea que estábamos tratando, se descolgó con una disertación –no sé si personal pero brillantísima– de lo que significó para la historia de la arquitectura y de la humanidad el descubrimiento de planos horizontales. Nos hizo ver cómo el plano horizontal como superficie transitable tuvo que ser una aportación de la creatividad humana, pues en la naturaleza no se encuentra jamás, ya que solo en el agua en reposo hallamos esta geometría, y sobre el agua no se puede, fuera de las Sagradas Escrituras, andar. Nos hizo imaginar cómo el hombre, liberado del engorro de caminar atento a los accidentes del terreno, pudo comenzar a peripatear a la vez que pensaba en sus cosas, y así aficionarse a los razonamientos abstractos que le habían de llevar a la filosofía».