4.5. Para ir leyendo
«La historia de la humanidad respecto del dominio de la materia se divide de hecho en tres grandes edades, desde el lejano Homo habilis hasta la edad del bronce prácticamente solo se daba forma a un material encontrado como el sílex. La forma definía la función de una flecha, un rascador, un hacha, un cuchillo. La historia del progreso de la tecnología se medía por el logro de mejores filos y mejores puntas, mejores en el sentido de mayor poder de concentración de fuerzas (mayor presión por menor superficie) y mejores en el sentido de mayor resistencia. El reto tiene su gracia, pues ambos avances parecen contradecirse. Las puntas de flecha de piedra debían romperse y perderse con mucha facilidad. Una línea de progreso consiste en la mejora de los materiales: el hueso, el bronce, el hierro, el acero… Otra es la mejora de las técnicas de afilado. Llegaron luego dos edades importantes. Una fue la edad de transformar la materia. Es la edad de las aleaciones, de la alquimia y de la química, una edad que llega hasta el mismísimo siglo xx de nuestra era. Hoy estamos en la edad de inventar la materia. En efecto, desde que podemos acceder al nivel molecular y atómico de la materia, podemos diseñar materiales a la carta, es decir, primero hacemos una lista de propiedades y luego buscamos un material, que no existe espontáneamente en la naturaleza, y tratamos de sintetizarlo».
«Los médicos medievales diseccionaban con cuchillos de cocina. La cirugía ordinaria utilizaba a las mil maravillas la navaja de barbero, de hierro primitivo y, por tanto, difícil de mantener afilada. A finales del siglo xv aparecieron cuchillos de hierro mejor templado, hierro que entonces se mezclaba con el mismo sílice que se usaba para el vidrio; estos cuchillos estaban muy afilados gracias a los bloques de piedra compuesta que sustituyeron a la tradicional faja de cuero.
El escalpelo moderno era un producto de esta tecnología. Su hoja era más pequeña y su astil más corto que en el cuchillo de cocina. Los escalpelos aparecieron en distintas variedades adaptados a fines particulares de disección y de cirugía, algunos con filo solo en la punta, para cortar membranas, otros en forma de gancho, pero romos en toda su superficie, para levantar vasos sanguíneos. Las sierras y las tijeras para huesos se convirtieron en herramientas prácticas a comienzos del siglo xvi, aunque estos adminículos habían existido anteriormente en hierro toscamente templado, con bordes tan romos que aplastarían seguramente tantos huesos como los que separaban».