2.4. ¿Son los espacios autogestionados garantes de lo común, o se plantean únicamente como una vía de supervivencia de sus miembros?
El término bien común se ha usado de maneras muy diversas y escapa a una definición única. No obstante, la mayoría de las definiciones se pueden agrupar en dos familias: sustantivas y de procedimiento. Según las definiciones sustantivas, el bien común es aquello compartido y beneficioso para la mayoría de los miembros de una comunidad. En cambio, las definiciones relacionadas con los procedimientos formulan que el bien común es el resultado de todo aquello conseguido mediante la participación colectiva y la formación de una voluntad o deseo compartidos.
Si nos enfocamos en los espacios formados por colectivos de artistas y agentes culturales, podemos establecer dos categorías:
- Los espacios de titularidad privada, autogestionados y profesionalizadores, es decir, aquellos proyectos orientados principalmente a la profesionalización de sus miembros. El hecho común se entiende como eje de su comunidad y, por lo tanto, es una estrategia lícita de supervivencia. Los integrantes comparten espacios, se dan apoyan mutuo y pueden mancomunar algún tipo de servicio, pero no tienen por qué plantearse como garantes de lo común, aunque su ideario lo defienda y establezcan programas de acción comunitaria.
- Los espacios de titularidad pública, es decir, espacios y recursos gestionados de manera participativa por la comunidad a través de la cesión de patrimonio público. Es lo que se llama bienes comunes urbanos. Aquí sí que tiene que haber la predisposición por parte del colectivo de artistas de ir más allá de la supervivencia de sus miembros y garantizar que otros agentes puedan acceder al espacio y, a la vez, generar programas públicos a los que tenga acceso la ciudadanía y otros colectivos de artistas y actores culturales.
Los centros sociales son los que en principio tienen más clara la defensa del hecho público que se convierte en aquello común a causa de la diversidad de sus miembros, la mixtura de intereses, y el hecho de que no están centrados en la profesionalización, sino que aspiran a crear comunidades de apoyo y aprendizaje compartido. En estos casos, el ADN de las propuestas es voluntario, con una fuerte carga de actitud política y de creencia en la transformación social, por eso pueden convertirse en espacios e iniciativas garantes de lo común.