2. Análisis del tercer sector de las artes visuales en el Estado español

2.2. La práctica artística en espacios autogestionados

2.2.4. Programas de apoyo entre artistas y para artistas. Mancomunar servicios

Muchas de las iniciativas de artistas autogestionados se plantean desde un inicio cómo podrían mancomunar servicios, como, por ejemplo, compartir gestoría, compras de material, líneas de internet, el uso de hardware físico y virtual y otras cuestiones que afectan la profesionalización de los artistas. Pero también se puede mancomunar el conocimiento y la capacitación de los miembros del grupo de artistas para crear servicios entre artistas, como, por ejemplo, recursos gráficos o webs 2.0. Pero la pregunta estrella de los artistas es: ¿quién puede facturar por mí? La realidad de los artistas visuales es que la mayoría no pueden estar adscritos de manera regular al régimen RETA (régimen especial de trabajadores autónomos), puesto que no pueden hacer frente al pago mínimo mensual de 288,98 €, que supone un pago anual de 3.467,76 €.

Según el estudio La actividad económica de los/las artistas en España, elaborado por Marta Pérez Ibáñez e Isidro López Aparicio (2016), casi la mitad de los encuestados (46,9 %) declaran que sus ingresos totales anuales, contabilizando todas sus actividades profesionales, sean artísticas o no, son iguales o inferiores a 8.000 € al año, el umbral del salario mínimo interprofesional. Por lo tanto, la manera de sobrevivir es darse de alta cuando toca facturar, con el perjuicio que esto supone para la cotización en la Seguridad Social. El mismo estudio alerta que los datos sobre los años de cotización son muy bajos: más del 83 % han cotizado por un periodo de menos de cinco años. De aquí, la inquietud ante la dificultad de los artistas para cotizar el mínimo de treinta y cinco años que les permitiría beneficiarse del subsidio de jubilación, cosa casi imposible en estas circunstancias. En el apartado 4 hablaremos del Estatuto del Artista, pieza clave para intentar cambiar esta realidad.

Pero mientras el Estatuto del Artista no se aplique y no haya una reordenación clara del RETA, hay plataformas que pueden facturar por artistas o colectivos de artistas por un tanto por ciento de la facturación. COOP ARTE, una cooperativa de impulso empresarial, está ubicada en Sevilla y da cobertura a artistas plásticos y visuales, fotógrafos, diseñadores, ilustradores, artistas escénicos, actores, escenógrafos, músicos, compositores, escritores, artesanos, gestores culturales, productores audiovisuales, comisarios, críticos, representantes de artistas y todo tipo de profesionales que desarrollen su actividad en el marco creativo. SMART IB también es una cooperativa de impulso empresarial que se fundó en Bélgica en 1994. A efectos prácticos, estas cooperativas constituyen un híbrido entre las cooperativas de trabajo y las cooperativas de servicios que hemos visto en el subapartado 1.2.2.

Este no es un tema menor, y tenemos que celebrar que los artistas se hagan las preguntas adecuadas en relación con sus condiciones de trabajo y profesionalización. En este sentido, el proyecto de investigación y experimentación artística Treballadors anònimes trabaja para colectivizar y dar respuestas a los retos históricos que afrontan las artistas en su práctica profesional. Desde su perspectiva, la organización colectiva es la única manera de dar una respuesta transfeminista a la precariedad laboral y, a la vez, hacer frente al mundo neocolonial en crisis ecológica. También es interesante el proyecto de la artista Cristina Garrido, El mejor trabajo del mundo (2021), una instalación que aborda una cuestión que suele invisibilizarse cuando se habla de arte y de artistas: los testigos que nos llegan a través de la historia del arte son aquellos asociados a un cierto éxito, pero a la vez se oculta la realidad de quienes se ven obligados a abandonar este deseo para cubrir necesidades más mundanas, cuidar a los demás o como fruto de un desencanto con el sistema del arte.