2.3. ¿Es posible una gobernanza compartida entre instituciones y tejido asociativo vinculado a las artes visuales?
2.3.2. El programa Fàbriques de Creació: Hangar, La Escocesa y Artes Can Batlló-Comisión de artes del espacio vecinal autogestionado Can Batlló
Dejando de lado su especificidad respecto a la finalidad de sus programas, Hangar, La Escocesa y Can Batlló tienen en común que son iniciativas provocadas por demandas colectivas. La Escocesa y Hangar forman parte del programa Fàbriques de Creació, este programa ideado por el Ajuntament de Barcelona se suma a la tendencia de otras ciudades europeas de reconvertir antiguas naves industriales en sedes de la vida cultural y motor artístico de la ciudad.
El centro Hangar surgió de la lucha de los artistas, en concreto por la campaña organizada en 1993 «Els Artistes necessiten Tallers», que llevó a cabo el FSAP, la Federació Sindical d’Artistes Plàstics de Catalunya, que después fue la AAVC, la Associació d’Artistes Visuals de Catalunya. Esta última asociación es la que firma el contrato de alquiler de la nave 10 del número 40 del pasaje del Marquès de Santa Isabel, en el Poblenou de Barcelona, para rehabilitarla y abrir espacios para artistas en 1996. Finalmente, Hangar se inaugura en 1997.
La Escocesa está situada en un antiguo complejo industrial también del barrio del Poblenou de Barcelona. En 1999 se convierte en un espacio de creación y un punto de encuentro para artistas. En 2006 la empresa inmobiliaria Renta Corporación compró La Escocesa para construir oficinas y viviendas, y pacta con los artistas el desalojo de la fábrica, que quedó completamente vacía a finales de 2007. El mismo año, el Ajuntament de Barcelona aprobó el plan para la renovación de la manzana La Escocesa, catalogada como patrimonio industrial. Entonces se estableció que dos naves del complejo se dedicaran a uso público. El año 2017, ante la reivindicación de espacios bien acondicionados, se elabora la primera medida de gobierno de las Fàbriques de Creació (Institut de Cultura de Barcelona, 2017).
La Plataforma Can Batlló nació para reivindicar la transformación del recinto que, a partir del Plan general metropolitano del año 1976, tenía que convertirse en zona verde y equipamientos para el barrio. La Plataforma se reactivó en 2009 y en 2011 consiguió una de las naves de Can Batlló como equipamiento social autogestionado para el vecindario de Sants y la Bordeta; nace así el Bloc Onze. La autogestión de este bloque a lo largo de los primeros años legitima la Plataforma de Can Batlló para pedir las cesiones de más naves para ubicar nuevos proyectos comunitarios y darles nuevos usos: el taller de infraestructuras, la carpintería, la imprenta colectiva, el centro de documentación, el espacio familiar y el espacio de artes.
Además de la cesión o alquiler simbólico, la relación entre estas comunidades y la administración pública se traduce en apoyo económico. No hay una gobernanza compartida ni hay interés en que esto pase. Es el caso de Hangar y de La Escocesa, gobernados respectivamente por la fundación AAVC y la Asociación de Ideas EME, y que no quieren perder la identidad y singularidad de su origen.
Por otro lado, las políticas de gobernanza o de relación que aplica el Ajuntament están definidas por las medidas de gobierno que impulsan a través del programa de Fàbriques de Creació. En la última medida aprobada en 2017 se expresa la intención, todavía no llevada a cabo, de crear la comisión de seguimiento de este programa con la participación del Consell de Cultura, las asociaciones representativas de cada sector y los departamentos implicados del Institut de Cultura de Barcelona (ICUB) y, obviamente, de las mismas Fàbriques de Creació. En cambio, en 2018 se encargó un estudio (Colombo y Badia 2018) con el objetivo de mejorar los indicadores cualitativos y cuantitativos para una evaluación compartida de los proyectos que forman el programa de Fàbriques de Creació. En este estudio, se recomienda la evaluación del impacto del programa en el conjunto de las políticas culturales de la ciudad, y su relación con la necesaria diversificación de la inversión pública en el apoyo a la producción cultural y la multiplicidad de prácticas culturales que hay.
En cuanto al espacio autogestionado de Can Batlló, la corresponsabilidad como marco de gobernanza se ubica en el programa Patrimoni ciutadà d’ús i gestió comunitària, un marco conceptual y normativo del que se ha dotado el Ajuntament de Barcelona para consolidar, apoyar e impulsar instituciones publicocomunitarias y reconocer, poner en valor y promover los comunes urbanos en la ciudad. El convenio actual de Can Batlló estipula que el Ajuntament se hace cargo de los gastos de suministros, la seguridad del espacio público y de las grandes obras de rehabilitación todavía no ejecutadas en las nuevas naves cedidas. Por su parte, Can Batlló se responsabiliza de contratar los seguros de responsabilidad civil, del mantenimiento ordinario y del desarrollo de las actividades del proyecto. Tal como explica Rubén Martínez:
«La experiencia de Patrimonio ciudadano muestra algunas reflexiones prácticas relevantes. Por un lado, se trata de compartir responsabilidades y capacidades o, dicho de manera más llana, de compartir poder. El objetivo es usar la legitimidad y capacidad de dar acceso de la acción pública y, a la vez, sumar la capacidad de experimentación y de acción basada en la proximidad de las prácticas comunitarias. Por otro lado, y, en consecuencia, la corresponsabilidad tiene que estar conducida por normas y formas de regulación codiseñadas, en las que el seguimiento y la evaluación sean una responsabilidad, efectivamente, compartida».
Martínez (2021)