1.2. Historia breve de las publicaciones
La historia de la autopublicación o microedición está evidentemente relacionada con la historia de los libros, si bien es cierto que posee a su vez una trayectoria propia, con implicaciones y características que la hacen única. Nos trasladamos por un momento a los orígenes del soporte impreso, el elemento más esencial y primigenio de esta historia. Se dice que los primeros manuscritos antiguos datan del iii milenio a. C. en Mesopotamia. Estos textos tenían un soporte de arcilla y se podían transportar. Otros soportes que surgen a partir de esta época son el papiro en el antiguo Egipto o el pergamino, seguido en el tiempo por el descubrimiento del papel en China, a partir del siglo ii a. C. Avanzando un poco más, encontramos los códices, que tuvieron un papel esencial hasta finales de la Edad Media. El códice (del latín codex, -icis) era básicamente el modelo de libro actual, pero escrito a mano. Se componía de cuadernos plegados, cosidos y encuadernados que permitían la escritura en ambos lados de cada hoja, denominadas páginas. A mediados del siglo xv se inventa oficialmente la imprenta moderna, hito que revolucionará la transmisión de la letra y la imagen impresas.
Como vemos, no podemos separar la historia de la publicación de los medios que, a lo largo del tiempo, han permitido su producción y reproducción. Históricamente, algunas ediciones surgidas de los márgenes, y a menudo prohibidas, no podían elaborarse en talleres oficiales. La característica de elemento oculto y/o de corto alcance hizo que se hubiesen de producir de manera casera y a menudo también clandestina, con maquinarias de pequeño tamaño, capaces de ser transportadas o escondidas fácilmente, y de fácil manejo, ya que no siempre eran utilizadas por profesionales. Encontramos ejemplos de estas prácticas a partir del siglo xv en la literatura de cordel, de carácter popular y cercano, y también en el libelo y el panfleto político, este último utilizado en el siglo xix por el movimiento obrero, con un lenguaje crudo, poco refinado, más centrado en generar reacciones que en una supuesta objetividad en la transmisión de información.
Cabe destacar también las técnicas Freinet de la Escuela Moderna, un modelo pedagógico experimental implementado a partir de 1920 en el que los alumnos generaban y compartían sus propios discursos a través de técnicas, como la imprenta escolar, componiendo e imprimiendo sus propias publicaciones. También es ampliamente conocido el uso del ciclostil para impresión de la mencionada propaganda política. Un caso llamativo por su modus operandi fue el polémico grupo MIL (Movimiento Ibérico de Liberación), que durante la dictadura española financió sus publicaciones impresas con el dinero que obtenían atracando bancos. También, numerosos autores a lo largo de la historia, como Edgar Allan Poe, Virginia Woolf, H. P. Lovecraft, Jorge Luis Borges o Alejandra Pizarnik entre otros, cuyos trabajos rompían con los parámetros estéticos y conceptuales de su momento, se autopublicaron algunas de sus obras. Esta necesidad de autopublicarse que vemos a lo largo de la historia está relacionada, entre otras cosas, con una voluntad de generar y difundir ideas de manera independiente a los discursos hegemónicos u oficiales. Se trata de una defensa a ultranza de las ideas, aunque estas sean distintas y no generen directamente un beneficio económico.
A partir del siglo xx se abren nuevas posibilidades en la edición y publicación experimental. Son los diferentes movimientos de la vanguardia artística quienes empiezan a utilizar el formato editorial de manera novedosa, dando lugar a publicaciones que rompieron muchas de las normas establecidas. Uno de los primeros movimientos en trabajar con publicaciones fueron los futuristas italianos, que utilizaban el panfleto como formato para difundir sus manifiestos. Un caso emblemático y frecuentemente mencionado es la acción que perpetraron subiendo a la torre del reloj de la plaza de San Marcos en Venecia para lanzar sus panfletos incendiarios en contra del modelo de ciudad clásica. También el grupo dadaísta, antecesores claros del fanzine –que comentaremos más adelante– realizaron experimentos gráficos impresos de carácter efímero, visibles en la revista Dada, impresa en 1917 con letterpress, forzando de manera extrema las posibilidades expresivas de la tipografía, rompiendo el clásico sistema reticular, e introduciendo el collage, con el que conseguirían reapropiarse y recontextualizar contenidos ya existentes. Además de la innovación en el uso del formato editorial, también es notorio cómo la proliferación de estos soportes impresos pudo ver la luz gracias a la colaboración de algunos impresores que ayudaban a sortear los problemas con la censura, y que promovían la autopublicación haciendo asequibles las condiciones económicas a estos creadores para que pudiesen seguir produciendo.
Otro antecedente directo de las autopublicaciones son los experimentos del grupo artístico Fluxus, activo desde el año 1960. Con Fluxus comienzan a darse multitud de actos artísticos en forma de happenings, acciones que implican el cuerpo en movimiento, el sonido en directo, etc. Estas piezas de arte en vivo, difícilmente archivables como obra, propiciaron una necesidad de documentar sus procesos y resultados, lo que dio lugar a publicaciones multiformato. Los Fluxkits o Fluxus Boxes eran cajas de edición limitada, diseñadas cuidadosamente y que contenían elementos como mapas, folletos, panfletos, entradas de sus eventos, carteles y soportes sonoros, y cuya producción era relativamente asequible y fácil de llevar a cabo con pocos medios. Se trata de una cierta revolución si pensamos que el objeto editorial acaba transformándose en la obra de arte en sí misma. También existió una red de colaboraciones muy fructífera entre artistas que se generó a raíz de los experimentos Fluxus y que propició posteriormente la aparición del Mail Art, otro movimiento de necesaria mención, que el inclasificable Ulises Carrión elevaría a la máxima potencia. También son notorias las aportaciones del Arte Conceptual que, gracias a sus posicionamientos teóricos, ayudó a dotar a la publicación de una cierta independencia como formato de creación. Estas experiencias, que en su momento surgieron para dar respuesta a inquietudes específicas, han configurado el panorama expandido de potencialidades de la publicación que conocemos hoy en día.