1.1. La importancia de poner en valor la tarea del tercer sector y la autogestión en el sector de las artes visuales
Es frecuente que imaginemos a los profesionales de las artes visuales como seres individuales que desarrollan unas prácticas basadas en la competitividad, la soledad y la exclusividad, muy dependientes de las acciones y opiniones de carácter subjetivo de figuras externas (curadores, galeristas, trabajadores públicos, coleccionistas, críticos…) que validan y posicionan los artistas para, de este modo, convertirse en profesionales y acceder al circuito publicoprivado y al mercado del arte.
Pero esta perspectiva no es la única. Hay muchos ejemplos que ponen en cuestión estos posicionamientos individualistas y dependientes de la opinión de otros, y este texto pretende describir una parte de las prácticas artísticas que se desarrollan por caminos grupales, asociativos y colaborativos. Estas experiencias generalmente adoptan formas autogestionadas, se autoproclaman independientes, en otras épocas llamadas alternativas, y en la mayoría de los casos responden a varios motivos:
- a la carencia real de oportunidades y a la fragilidad de las estructuras generadas en el ámbito artístico;
- a la creencia de que es necesaria una transformación de cómo opera el circuito, el mercado y las llamadas industrias culturales;
- y como reacción a la necesidad de utilizar nuevas formas jurídicas que se alejen de las formas de carácter privado exclusivamente mercantil.
Estas nuevas formas permiten acceder a las ayudas y sistemas de apoyo que ofrece el sector público de cualquier administración, y se diferencian del sector privado en cuanto que se generan entidades que trabajan bajo la óptica del bien común de sus miembros, de su entorno y más allá, y se convierten en formas de organización colectiva que, en algunos casos, inciden en la construcción social y política del sistema cultural.