2.2. La práctica artística en espacios autogestionados
2.2.2. Diferencias entre participación y autogestión
La participación se ha aplicado a la gestión de modelos de acción comunitaria, y se ha reclamado de manera continuada desde los movimientos de activismo social, hasta conseguir que las administraciones públicas también consideren la participación de la ciudadanía un progreso en la defensa del bien común. Así, nos encontramos que estas estrategias de participación las pueden llevar a cabo tanto grupos locales de la sociedad civil, como técnicos de las administraciones públicas. Por lo tanto, la participación no implica necesariamente una autogestión o una relación directa con proyectos autogestionados.
Artistas y colectivos de artistas incorporan estrategias de participación como una manera de romper la actitud pasiva e incidir en el entorno y el espacio social. Tal como escribe el filósofo francés Jacques Rancière en el ensayo El espectador emancipado:
«Ser espectador es un mal y, esto, por dos razones. En primer lugar, mirar es lo contrario de conocer. El espectador se está ante una apariencia, ignorando el proceso de producción o la realidad que recubre. En segundo lugar, es lo contrario a actuar. La espectadora permanece inmóvil en su lugar, pasiva. Ser espectador es estar separado al mismo tiempo de la capacidad de conocer y del poder de actuar».
Rancière (2010: 10)
El arte participativo se enmarca en un planteamiento en el que el público, el espectador, participa directamente en el proceso creativo, cosa que le permite convertirse en coautor más allá de ser observador del trabajo. La autogestión, si parte del modelo de gestión asamblearia, también establece una diferencia, puesto que muchas veces los procesos de participación suponen el establecimiento de un emisor y un receptor y, por lo tanto, una jerarquía de decisiones de carácter vertical que se aleja de los procesos asamblearios de carácter horizontal adoptados por la mayoría de los espacios y proyectos autogestionados.