4. Arte computacional e interactivo

4.2. Net.art

4.2.3. Creación digital y resistencia

Martín Prada mantiene que esas propuestas no son más que un uso artístico del medio asociadas a la evolución natural del arte conceptual más comprometido que apunta a forjar una conciencia crítica sobre las características y posibilidades del propio medio (Prada, 2012). Comienzan a ser recurrentes en el ámbito de la creación las intersecciones que expone Laura Baigorri en Recapitulando: modelos de artivismo (1994-2003):

  • El «artivismo», neologismo fruto de la fusión de las palabras arte y activismo aplicado a las obras que participan de ambos intereses. Cuando el término se aplica a trabajos y artistas clásicos del net.art, puede referirse en la actualidad a obras que nada tienen que ver con Internet.
  • El «hacktivismo», neologismo que surge al asociar los términos hacking y activismo. El hacker intenta romper los límites en productos, aparatos y servicios digitales de informática o comunicaciones con el objetivo de compartir toda la información. Su motivación solo obedece a intereses de carácter social y político.
  • De la fusión entre los conceptos anteriores surge el «art.hacktivismo». Esta práctica se basa en acciones de sabotaje orientadas a la denuncia de la vocación primigenia de la red que intenta abarcar todas las convenciones artísticas tradicionales: derechos de autor, objetualización y su consecuente comercialización.

Dentro del binomio entre arte y activismo, la evolución de los conceptos ligados al control y la vigilancia tecnológicos ayudan a perfilar nuevos valores y nociones ligados al ciberactivismo de la época.

Las primeras estrategias del artivismo en línea retoman la esencia de las acciones del activismo pro derechos fundamentales de los años sesenta. Cada acción (virtual-sit-in) intenta recabar el mayor número de muestras de apoyo (manifestantes digitales) en un tiempo determinado. En los años de apogeo del net.art fueron innumerables las protestas y huelgas digitales (net.strikes), pero nos centraremos en la labor desarrollada por grupos como Critical Art Ensemble (CAE)  y The Electronic Disturbance Theater (EDT). Su promoción de la desobediencia civil electrónica (DCE) ofrece a ciertas minorías espacios alternativos de poder a través de la red.

El colectivo multidisciplinar Critical Art Ensemble (CAE), formado por Steve Barnes, Dorian Burr, Steve Kurtz, Hope Kurtz y Beverly Schlee, acuña en 1994 los principios de la desobediencia civil electrónica (DCE). Propone, entre otras cosas, el uso de la táctica de la amenaza simbólica a partir del bloqueo o la sentada virtual. La acción más representativa de esta modalidad de cibersabotaje descubre en la red el vehículo perfecto que facilita una postura global prodemocrática. Basa sus tácticas en una peculiar concepción de los principios de desobediencia civil expuestos por Henry David Thoreau en el siglo XIX (Thoreau, 2016), en un intento de generar un amplio llamamiento contra el adormecimiento de las conciencias y denuncia la falta de responsabilidad individual imperante. El CAE sugiere la idea de un flujo descentralizado de microorganizaciones diferenciadas –a las que denomina células–, destinadas a producir diversas corrientes y trayectorias para obtener un cambio de política directo (Critical Art Ensemble, 2006). Alienta al bloqueo del flujo de información dirigido a alterar cualquier tipo de institución (militar, corporativa o gubernamental), sugerencia que no ha sido nunca del agrado de los activistas más tradicionales, por lo que ha recibido feroces críticas.

En la actualidad, sigue investigando sobre las intersecciones entre arte, ciencia, tecnología, política y teoría crítica. Sus últimas intervenciones siguen fomentando sus estrategias tácticas (tactical media) y apuesta por la utilización eficaz de las estrategias de simulación –desarrolladas anteriormente por la CIA o el FBI– dotándolas de nuevos métodos y medios de investigación, así como de sistemas de obtención de información y reclutamiento de colaboradores (González Díaz, 2013).

La subversión también es la metodología utilizada por RTMark (o ®TMark) y The Yes Men. En los proyectos de ambos colectivos se vislumbra una constante referencia a la culture jamming (o interferencia cultural), basado en la idea de Roland Barthes: alterar el código es más subversivo que destruirlo.

Sus propuestas no solo se realizan en la red: lo mismo crean simulaciones de páginas con amplia repercusión mediática –como la presentación de un carrusel de páginas encontradas en Internet en la Bienal del Museo Whitney de 2000, al más puro estilo ready made de Duchamp–, que realizan llamativas acciones de sabotaje de carácter local. Combinan ambas estrategias con la impartición de irónicas técnicas de combate para enfrentarse al poder. Cualquiera puede promover una reivindicación concreta: RTMark la publicita en su página web y se encarga de buscar la financiación para llevarla a cabo en acciones de amplia repercusión mediática. Al actuar como una corporación, pretende generar interés por estos asuntos desde una perspectiva irónica, sistema que han bautizado como tactical embarasement (avergonzamiento táctico), término con el que definen metodologías que dejan en evidencia ante los medios de comunicación a políticos, compañías e instituciones.

Sus acciones han propiciado que batallas judiciales como la encabezada por el grupo artivista suizo etoy obtengan un impacto mediático y social más que notable. En 1995, el grupo registró su dominio en Internet como etoy.com, dos años antes de que en noviembre de 1997 la empresa de juguetes eToys (fundada en 1996) registrara el suyo.

El pleito se prolonga hasta finales de 1999, tiempo en el que se moviliza a través de la Red y recibe el apoyo de simpatizantes, intelectuales y de instituciones culturales, logrando, entre otras cosas, colapsar junto a miles de internautas la tienda virtual de eToys y bajar su cotización en bolsa. La acción, bautizada como «ToyWar», se vio recompensada al ganar etoy el recurso definitivo, lo que le permitió conservar su nombre y su dominio. Aquella victoria supuso ante todo un amplio debate sobre el control de datos privados en el ámbito de la cultura digital.

P. González Díaz (2013). Prácticas artísticas digitales y tecnologías de control y vigilancia (2001-2010) (tesis doctoral, pág. 140). Barcelona: Universidad de Barcelona.

Figura 41. RTmark.
Fuente: https://artexposure.files.wordpress.com/2010/07/rtmark.jpg?w=490&h=289
Figura 42. GWBush.com (1999), The Yes Men y RTMark.
Fuente: https://d1v7jayx2s9clc.cloudfront.net/user/pages/gatt-org/GWbush.png
Figura 43. etoy.
Fuente: http://history.etoy.com/certificate-images/148ML.jpg

Muchos de los trabajos descritos en este subapartado han sido víctimas de las normas de Internet: o no han sido actualizados o han desaparecido, motivo por el cual se han convertido en apreciadas piezas de archivo en colecciones o museos.