1. De la Edad Media al Barroco

1.3. El Renacimiento

1.3.1. La perspectiva humanista en el Renacimiento

El humanista italiano Petrarca (1304-1347) utilizó el término siglos oscuros para definir toda una época que comenzó con la caída del Imperio romano y que llegó hasta el siglo XIV. Esta época de oscurantismo que duró casi mil años implicó la decadencia en las artes, la cultura y el pensamiento. La visión de Petrarca manifestó la idea que defendía el retorno a los autores y la cultura clásica como vía para recuperar la mente humana. Este pensamiento caló de forma muy profunda durante el siglo XV, supeditando el renacer de la creatividad y el intelecto humanos a la recuperación de los clásicos. La investigación y el análisis de estos antiguos preceptos dio lugar al estudio profundo de la naturaleza y abrió las puertas a la experimentación para lograr su representación más fidedigna. En las artes plásticas se redescubrió la perspectiva y se profundizó en el estudio de las proporciones del cuerpo humano.

Se produjo así un cambio cultural profundo en Occidente. La cultura ya no pertenecía exclusivamente a la Iglesia. Una nueva clase social, la burguesía, tuvo acceso a la cultura y nacieron en este periodo las primeras universidades laicas. En estas instituciones se cultivaron los valores propios de la razón. El humanismo significó un desplazamiento del centro de gravedad, del teocentrismo medieval en el que Dios era el centro del universo y determinaba todas las manifestaciones humanas a un antropocentrismo en el que el ser humano se convertía en imagen de Dios y medida de todas las cosas. En este contexto social, Giorgio Vasari (1511-1574), pintor, arquitecto y escritor renacentista, en su obra Las vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos (1550) acuña por primera vez el término renacimiento (rinascità) para dar cuenta del renacer del arte tras la caída del oscurantismo.

Por lo que hace referencia a la transferencia de esta nueva ideología a la esfera del arte, tal como plantea Phillip Ball (2012), la obra de Giotto supone la manifestación de este profundo cambio en la perspectiva filosófica de Occidente:

«[…] la innovación de Giotto […] representó el fin de la ortodoxia artística medieval».

Ball, (2012). La invención del color. Madrid: Turner Publicaciones (pág. 2519).

En cuanto a esta cuestión, tal como expone Ball, Giotto comenzó a introducir las luces y las sombras en su pintura con la intención de otorgar relieve a los objetos.

Es importante subrayar esta idea, que convierte al espectador en sujeto activo de la experiencia visual y que conecta de forma directa con los planteamientos humanistas que se desarrollarán en el Renacimiento.

A continuación, y de acuerdo con Ball (2012), podemos señalar dos cuestiones técnicas primordiales derivadas del trabajo de Giotto y que tendrán importantísimas repercusiones para los pintores renacentistas: la importancia de la iluminación y la invención de la perspectiva lineal.

La importancia de la iluminación

Como ya hemos indicado anteriormente, el humanismo favoreció el estudio de la naturaleza. En el plano pictórico, el análisis de esta involucraba expresamente el estudio de la iluminación de forma científica. Representar una escena en un instante preciso requería reproducir de forma muy fiel las condiciones atmosféricas atendiendo a sus cambios. Con el desarrollo del óleo que llegó a Italia de la mano de Roger van der Weyden, los artistas encontraron nuevas oportunidades para reproducir la naturaleza atiendo a su amplia y casi infinita variedad de tonos.

La invención de la perspectiva lineal

Para representar la realidad de forma fidedigna en una superficie plana como es el muro o la tabla, hacía falta desarrollar un nuevo sistema de representación que permitiera colocar los objetos y figuras en el espacio de forma convincente. Como ya expusimos, Filippo Brunelleschi (377-1446) inventó la perspectiva lineal como consecuencia del estudio sistemático de las leyes y principios de la naturaleza.