3. Las vanguardias del siglo XX. Experimentación y búsqueda de nuevos códigos visuales

3.1. Las vanguardias históricas

3.1.2. Etapa formalista

Alcanza aproximadamente hasta los años veinte del siglo pasado y se caracteriza por la búsqueda incesante de un lenguaje artístico propio. Se puede clasificar en dos posturas dominantes: la corriente subjetiva o expresiva y la corriente objetiva.

Corriente expresiva

Inscritos a la corriente expresiva hay dos movimientos fundamentales el fauvismo y el expresionismo. Los pintores fauvistas habían estudiado los principios impresionistas y postimpresionistas, pero se decantaron por eludir los principios teóricos o científicos del color y se centraron en su uso con fines expresivos y emocionales. Henri Matisse (1869-1954) es la figura que primero destaca en este movimiento. Influido por las pinturas de Turner y por su maestro Signac, su sistema pictórico abandona de forma progresiva la pincelada divisionista. Conserva, sin embargo, el uso del color puro y los pares de contrastes complementarios, lo que dota a sus composiciones de una fuerte tensión cromática. De Van Gogh y Gauguin adquiere el uso de los contornos gruesos y el empleo del color no naturalista.

El expresionismo tiene como figura representativa al noruego Edward Munch (1863-1944). La influencia de Van Gogh en la obra de Munch es algo que el propio artista reconoció. El cielo rojo de su lienzo Ansiedad (1894) evoca una escena donde el cielo se ha teñido de rojo sangre. Lo tormentoso de la composición, además de por el uso del color, se explica también por la influencia de la pincelada violenta y empastada de Van Gogh. De Gauguin adquirió la idea de construir con planos bidimensionales de color; su influencia le llevó a prescindir de todos los detalles superficiales reduciendo la composición, la representación del paisaje y la figura humana a lo esencial.

E. Munch (1894). Ansietat. Museu Munch, Oslo.
E. Munch (1894). Ansiedad. Museo Munch, Oslo.
Fuente: Dominio público, vía Wikimedia commons.

Corriente objetiva

La corriente objetiva o también llamada normativa se desarrolla en el cubismo. Los creadores de este movimiento son Picasso (1881-1973) y Braque (1882-1963). Muchos autores coinciden en señalar la influencia que ejercieron las revoluciones científicas y tecnológicas en las formulaciones cubistas. Nos referimos a la teoría de la relatividad de A. Einstein y al descubrimiento de la mecánica cuántica.

La primera fase del cubismo, denominada analítica, rompió por completo con la representación de la realidad basada en el sistema perspectivo. Los objetos en el cubismo analítico se representaban desde su descomposición mostrando de forma múltiple todas sus facetas. Esta etapa se basó en el estudio y el análisis de las formas geométricas. La paleta era muy reducida: solo contaba con grises, ocres, marrones, verdes oscuros y, en ocasiones puntuales, con algún rojo para poner el acento en algún punto concreto de la representación. La importancia de la iluminación se sacrificó en favor de la claridad de la forma. Bajo esta premisa se recurrió al claroscuro para destacar los volúmenes esculturales de las formas cubistas. Esta paleta monótona y rigurosa tenía como objetivo principal que el color no distrajera del verdadero tema importante que era la forma. Frutero y vaso (1912), de Georges Braque, es un ejemplo de esta etapa donde podemos observar todas las características enunciadas.

La segunda fase, denominada sintética, introduce la técnica del collage. Braque fue el primero en utilizar la técnica del papier collé (papel pegado). Pronto, Picasso y Juan Gris la adaptaron incorporando diferentes materiales a la pintura. La incorporación de estos materiales como madera o papeles de periódicos implicaba un rechazo de los materiales tradicionales del arte y una violación del sistema de representación basado en el parecido (Bañuelos, 2008). Los cubistas abandonan así la representación ilusionista para dar paso a lo real a través de estas texturas. Esta nueva tendencia incorporó de nuevo colores brillantes. Se buscaba el color propio de los objetos que a veces venía dado por las propias texturas y materiales incorporados al lienzo.

Juan Gris (1914). The sunblind. Tate Gallery, Londres.
Juan Gris (1914). The sunblind. Tate Gallery, Londres.
Fuente: Dominio público, vía Wikmedia commons.

Después del alejamiento del naturalismo en la pintura de postimpresionistas como Van Gogh o Gauguin, algunos pintores como Kandinsky o Piet Mondrian sintieron la necesidad de buscar una guía que condujese a establecer un sistema de reglas en el arte. Ante el vacío y el vértigo al que se vieron abocados por la deriva del arte hacia la representación abstracta, ambos pintores acudieron a la teosofía (la teoría filosófica con vínculos espirituales y esotéricos que se desarrolló durante el siglo XIX).

Kandinsky (1866-1944), inspirado en esta corriente filosófica y en la teoría de los contrastes de Goethe, elaboró su propia teoría del color. A estas dos influencias, hay que añadir como factor determinante el hecho de que Kandinsky experimentaba sinestesia. La sinestesia consiste en combinar sensaciones que, en principio deberíamos percibir por separado, en un mismo acto perceptivo. El pintor ruso, como tantos otros sinestésicos, era capaz de visualizar los diferentes matices de un sonido a través de los colores. Así, Kandinsky creó un sistema de asociaciones basado en la idea principal de que el color es el lenguaje universal del alma. Para Kandinsky, el color era capaz de producir determinadas reacciones emocionales. En su libro De lo espiritual en el arte (1912) desarrolló su teoría y su lenguaje del color, creó una tabla donde…

«[…] los colores, explicaba el artista, podían ser fríos o cálidos, claros u oscuros, ásperos o suaves, delicados o duros. La tensión entre el amarillo y el azul representaba los polos del frío y el calor, la espiritualidad y la pasión. Cuando la tensión remitía al mezclarlos, el resultado era el verde, el color de la calma. El blanco tenía un efecto de “gran silencio”, el negro sonaba como “la nada muerta después de la desaparición del sol”, el gris era “callado e inmóvil”. El rojo Saturno transmitía la impresión de poder, energía, alegría y triunfo, y el cinabrio bermellón era como una pasión constante incandescente.»

Ruhrberg, Schneckenburger, Fricke y Honnef (2012). Arte del siglo XX (pág. 105). Colonia: Taschen.

También Kandinsky asoció colores a las formas: amarillo para el triángulo, azul para el círculo. Asimismo, la dirección de las líneas tenían un significado asociado a las emociones: la horizontal significaba calma, la vertical ascendente alegría y descendente tristeza. Las formas y colores se convirtieron en un código que había que conocer para descifrar el sentido y las connotaciones psicológicas de los elementos plásticos.

V. Kandinski (1923). En blanc II. Centre Pompidou, Paris.
V. Kandinsky (1923). En blanco II. Centro Pompidou, París.
Fuente: Dominio público, vía Wikimedia commons.

El pintor holandés Piet Mondrian (1872-1944) perteneció al movimiento De Stijl. Esta corriente buscaba crear un arte puro a través de elementos puros creados por el hombre en oposición a lo orgánico de la naturaleza. La línea recta racional, humanizada, se opuso a la curva propia de la naturaleza. Mondrian escribió un ensayo titulado Neoplasticismo, en el que defendía esa misma idea del arte como creación humana que ha de servir como elemento ordenador y pacificador del mundo. Partió del cubismo analítico para llegar a una abstracción geométrica en la que utilizó los colores primarios azul, rojo y amarillo, y los considerados no colores como el negro, el blanco y el gris. Realizando una analogía con la arquitectura Mondrian, equiparaba el color con los materiales y el no color con el espacio. Esta abstracción total borraba todo signo de la naturaleza e invocaba un futuro utópico a través de la armonía trazada a través de verticales, horizontales y planos puros de color.

P. Mondrian (1921). Composició en vermell, groc, blau i blanc. Gemeentemuseum Den Haag, Països Baixos.
P. Mondrian (1921). Composición en rojo, amarillo, azul y blanco. Gemeentemuseum Den Haag, Países Bajos.
Fuente: Dominio público, vía Wikimedia commons.

Junto con Kandinsky, Josef Albers fue uno de los profesores más importantes en La Bauhaus en la época de Weimar. Tras unos años trabajando en la escuela alemana, marchó a Estados Unidos para dar clases en el Black Mountain College. Albers se convirtió en el referente de una generación de artistas abstractos norteamericanos como Elsworth Kelly o Kenneth Noland.

Su obra más influyente fue la serie de cuadros Homenaje al cuadrado, que comenzó en 1949. Esta serie fue un trabajo experimental en el que el profesor Albers realizó unos mil trabajos basados en la composición a base de superponer cuadrados de diferentes colores y tamaños. Con estos trabajos buscó demostrar la influencia que ejercen los colores entre sí y su repercusión en el espacio. En 1963, publica el resultado de estos experimentos en su obra La interacción del color, dedicada a la percepción y a demostrar lo relativo del color.