2.2. Utilizar la teoría
Una vez encontradas las fuentes de información y realizada esa exposición de los antecedentes teóricos, autores y debates, siguiendo algunas de las dos propuestas ofrecidas o cualquier otra similar que permita enmarcarla, es momento de hacer explícita cuál será la perspectiva teórica o la teoría que se utilizará en el desarrollo de la investigación. Este posicionamiento se realiza utilizando los debates o contraposiciones que se han expuesto, explicando cuál es la propia mirada sobre cada uno de ellos. La teoría o perspectiva que se elija, siempre de manera justificada, ayudará en la selección de las ideas y de los conceptos más importantes que se utilizarán para pensar sobre el objetivo de investigación y, posteriormente, analizarlo.
La explicitación de la perspectiva teórica o la teoría desde la que se desarrolla la investigación debe consistir en un resumen de sus ideas y conceptos principales. De nuevo, la extensión y la profundidad de esta presentación tienen que ser acordes y proporcionales al trabajo que se propone realizar. A continuación, se expone un ejemplo basado en un caso real, en el que se evidencia cómo cambia el objeto de estudio si se mira a través de una perspectiva teórica u otra.
Si se imagina que en una investigación se intenta conocer cómo actúan los visitantes de un museo de arte contemporáneo y, de acuerdo con esto, organizarlos en tipologías de visitantes, primero se pueden exponer estadísticas ya existentes sobre percepciones sobre cultura, prácticas culturales y gasto cultural privado, o bien sobre hábitos culturales (como las que publica Eurostat o el Ministerio de Educación y Cultura). Luego, se puede realizar un repaso de las diversas teorías existentes sobre el tema del consumo cultural y, en concreto, sobre el objeto de estudio, los visitantes de museos, ya sea cronológicamente o en forma de debate. Una vez presentado el estado de la cuestión, se debe tomar una decisión acerca de la perspectiva teórica que se va a utilizar. Para ver la importancia de esta decisión, se compararán las implicaciones de utilizar una teoría u otra para analizar el mismo objeto de estudio.
Por un lado, si se escoge la teoría estructuralista de Bourdieu, de gran aceptación en el ámbito de la sociología del arte y que está expresada en estudios como El amor al arte (2003/1969) o La distinción (2006/1979). Desde esta perspectiva, se concibe que la visita está motivada por factores socioeconómicos ligados al estatus social de una persona, como el capital cultural acumulado, y que el comportamiento durante la misma estará muy influenciado por las disposiciones adquiridas durante la socialización, el capital cultural y el gusto artístico desarrollado. A la hora de explicar estas ideas o hipótesis derivadas de la teoría seleccionada, es necesario definir sus conceptos principales, como los de campo, habitus, capital cultural o capital simbólico.
Estas ideas y conceptos de la teoría de Bourdieu sirven para orientar el trabajo de campo, que implicará seleccionar una muestra de visitantes y realizar observaciones, cuestionarios y entrevistas mediante las cuales obtener información acerca del estatus sociocultural de los visitantes estudiados. Y también serán fundamentales a la hora de interpretar los datos e información recabados. De este modo, el resultado de una investigación realizada desde esta perspectiva teórica podría ser el establecimiento de tipologías de visitantes según su modo de conducirse en el museo y de dar sentido a sus preferencias según su posición socioeconómica (nivel de estudios, perfil laboral, nivel de ingresos, etc.). Puede verse un ejemplo de este tipo de análisis en Dirsehan y Yalçin (2011).
Véase ahora lo que implicaría abordar este ejemplo de investigación mediante una perspectiva microsociológica como, por ejemplo, la teoría dramatúrgica. Se trata de una posición teórica menos hegemónica a la hora de abordar el comportamiento cultural y más alejada del polo estructural representado por Bourdieu. Es, pues, una elección más original. La teoría dramatúrgica, expuesta en la obra de Goffman, La presentación de la persona en la vida cotidiana (2012/1956), parte de la idea de que cuando un individuo «se presenta ante otros tendrá muchos motivos para tratar de controlar la impresión que ellos reciban de la situación» (Goffman, 2012, pág. 29), de una manera similar a la que utilizan los actores y actrices durante una obra de teatro. Los visitantes del museo tratarían de desarrollar un comportamiento acorde con lo que la audiencia espera de ellos, siendo esta audiencia el resto de los visitantes, la seguridad del museo e incluso la propia visión que se tiene de uno/a mismo/a, es decir, tratarían de presentarse de una manera idealizada. De nuevo, la explicación de estas ideas teóricas se tiene que acompañar de las definiciones de sus conceptos, tales como fachada, audiencia, vestuario o control expresivo.
De nuevo, la teoría elegida condiciona los métodos a emplear y los aspectos a averiguar. En el caso de la teoría dramatúrgica, las técnicas de investigación a desarrollar serán la observación y la entrevista, para detectar las conductas o actuaciones, así como las expectativas de su audiencia y las normas sociales que los visitantes del museo (o actores) creen que rigen su actuación (véase que, en este caso, el nivel socioeconómico de los visitantes es irrelevante). Un resultado de este tipo de investigación podría ser una serie de perfiles dramatúrgicos según la impresión que cada visitante pretende producir durante su estancia en el museo. Puede verse un análisis de esta perspectiva en Gracia (2014).