Introducción

Michael Hardt y Antonio Negri citan en su libro Imperio la siguiente frase del filósofo Jean-Jacques Rousseau: «la primera persona que quiso obtener una porción de la naturaleza para que fuera su exclusiva posesión y la transformó en la forma trascendente de la propiedad privada fue quien inventó el mal. El bien, por lo contrario, es lo común». Rousseau escribe en el siglo XVIII mientras que Imperio es de 2002. Encontramos esta cita en la parte del ensayo dedicada al trabajo inmaterial, que sus autores relacionan directamente con el fenómeno de la globalización, que:

«[…] ha estado acompañada por una transformación de los propios procesos productivos dominantes, con el resultado que el rol del trabajo fabril industrial ha sido reducido y la prioridad otorgada al trabajo cooperativo, comunicacional y afectivo. En la posmodernización de la economía global, la creación de riqueza tiende cada vez más hacia lo que denominamos producción biopolítica, la producción de la misma vida social, en la cual lo económico, lo político y lo cultural se superponen e infiltran crecientemente entre sí.»

Negri y Hardt (2002, pág. 48)

Esta transformación se adivinaba entonces de manera incipiente, mientras que en la actualidad es un fenómeno mayoritario en el que se inscriben completamente las profesiones del sector privado de las artes visuales.

¿Qué entendemos hoy por privado? En términos generales y visto desde fuera, es patente la sospecha de que en el sector privado existe una artigarchy, un concepto acuñado por la artista Andrea Fraser a raíz de sus prácticas artísticas que se inscriben en la crítica institucional, y que se refiere al poder de unos pocos en el ámbito del arte. Indudablemente, lo privado tiene algo de reservado y exclusivo; se sobreentiende que no tiene que rendir cuentas a nadie salvo a sí mismo, a diferencia de lo público, al que se le obliga a la máxima transparencia, a favorecer el acceso y el disfrute de la cultura a todo el mundo, independientemente de su rédito.

El carácter elitista de las artes visuales se ve en parte justificado y en parte alimentado por algunas noticias y excentricidades que aparecen de vez en cuando en la prensa generalista. Pero ¿es realmente elitista el arte? ¿O bien solo cuando se presenta como elitista y disparatado y consigue llamar la atención de los medios masivos?

Las relaciones entre los distintos sectores de las artes deberían ser estrechas y coordinadas para poder sostener un ecosistema fuerte y dinámico capaz de ofrecer un amplio abanico de propuestas. Deberían complementarse en la oferta, colaborando entre sí para incrementar el rigor de sus propuestas, ampliando continuamente su variedad para que no excluya, sino que incluso rectifique, las omisiones del pasado. Paralelamente, deberían proporcionar sustento a sus protagonistas, afinando la gestión y la distribución de sus recursos. Evidentemente, la finalidad de esta colaboración es mejorar la oferta cultural incrementando la calidad de la investigación y, a la vez, mejorar las condiciones de subsistencia de sus agentes, favoreciendo una gran diversidad de propuestas que no se limite a las que nacen en el seno de una clase económicamente privilegiada (la única que puede permitirse el lujo de hacer/investigar sin recibir una compensación a cambio de su esfuerzo).

En los siguientes apartados tratamos de describir y apuntar los elementos más significativos del sector privado:

  • En la primera parte, nos centramos en su campo de acción, su alcance y, particularmente, los agentes que lo componen.
  • En la segunda, nos detenemos en la realidad artística española, con sus características particulares y definitorias.
  • Finalmente, en la tercera parte se pretende rastrear las salidas profesionales que ofrece este sector, entre posibilidades y amenazas. En este último apartado, no solamente delineamos un mapa general de los empleos que se generan, sino que buscamos las causas profundas de la situación actual más allá de las idiosincrasias del sector privado de las artes visuales en España.

Es necesario, por un lado, entender la peculiaridad de su materia prima (las obras de arte en su amplia acepción) y, por otro, insertar este sector en el desarrollo de la economía global para entender y aprovechar las posibilidades que ofrece. En ambos casos, nos afianza la firme convicción de que la visión y la aportación de los artistas son extremadamente útiles no solamente para comprender los efectos de la situación socioeconómica actual, sino también y sobre todo para proponer e imaginar alternativas a lo que nos rodea.