2. El sector privado del arte en España

2.2. Agentes destacados del sector privado español

2.2.2. Las fundaciones

La naturaleza jurídica de las fundaciones se especifica en el artículo 2.1 de la Ley 50/2002, de 26 de diciembre, de Fundaciones:

«Son fundaciones las organizaciones constituidas sin fin de lucro que, por voluntad de sus creadores, tienen afectado de modo duradero su patrimonio a la realización de fines de interés general.»

En el artículo 3 de la misma ley se especifican las finalidades de estas entidades:

«Las fundaciones deberán perseguir fines de interés general, como pueden ser, entre otros, los de defensa de los derechos humanos, de las víctimas del terrorismo y actos violentos, asistencia social e inclusión social, cívicos, educativos, culturales, científicos, deportivos, sanitarios, laborales, de fortalecimiento institucional, de cooperación para el desarrollo, de promoción del voluntariado, de promoción de la acción social, de defensa del medio ambiente, y de fomento de la economía social, de promoción y atención a las personas en riesgo de exclusión por razones físicas, sociales o culturales, de promoción de los valores constitucionales y defensa de los principios democráticos, de fomento de la tolerancia, de desarrollo de la sociedad de la información, o de investigación científica y desarrollo tecnológico.»

Como acertadamente apunta el historiador Jaume Vidal Oliveras:

«Desde los años setenta, pero sobre todo a partir de los ochenta, van a empezar a proliferar las fundaciones dependientes de empresas o corporaciones financieras, que van a cumplir un papel esencial en la difusión y sostén del arte contemporáneo. Diversas son las causas de tal proliferación, desde un cambio de mentalidad en lo que se refiere a la labor de la obra social hasta la reducción de tasas e impuestos. Sin embargo, hay un aspecto fundamental que se impone en esta década: el arte como sello de prestigio.»

Vidal (2013, pág. 206).

Desde los años setenta, el papel de las fundaciones fue el de complementar e incluso suplir las deficiencias de las instituciones en el sector del arte. Tanto a través de un activo y fundamental programa de exposiciones (el caso emblemático es el de la Fundació Miró con su Espai 10, posteriormente rebautizado Espai 13) como de una ambiciosa política de adquisiciones.

Probablemente, es algo más que anecdótico que La Caixa introdujera en su logotipo corporativo un diseño de Joan Miró en un contexto tan conservador como era el de las instituciones bancarias. Este episodio indica cómo el sector privado había intuido todo el potencial, en términos de imagen y por su función social, que lo artístico podía proporcionar a las grandes empresas. Y para llevarlo a la práctica y explotarlo al máximo, crear fundaciones era el paso sucesivo lógico y funcional.

Fundaciones bancarias

Simplificando un poco la situación en España, un primer grupo lo constituyen las fundaciones de los grandes bancos nacionales, como es el caso de la Fundación "la Caixa", que, con sus muchas sedes repartidas por todo el territorio español, cuenta con amplios recursos para ofrecer numerosas becas y financiaciones cuyo alcance supera con creces el ámbito de las artes visuales. Además, posee una de las colecciones de arte privadas más destacadas, así como una programación internacional entre las más importantes del país, y abre regularmente convocatorias tanto de comisariado como de producción artística. En la misma línea están las fundaciones del BBVA (con un interesante programa de becas para videoartistas), del Banco Sabadell y del Banco Santander. La Fundación Juan March, con sedes en Palma de Mallorca y Madrid, desde 1973 presenta un cuidado programa de conferencias, conciertos, publicaciones y exposiciones. Finalmente, la Fundación Botín ofrece una de las convocatorias más destacadas para artistas y cuenta entre sus sedes con el arquitectónicamente destacable y celebrado Centro Botín.

Fundaciones de grandes empresas

También existen grandes colecciones privadas relacionadas más o menos directamente con empresas o familias que reúnen como características destacadas una colección excepcional, y la voluntad de investigarla y darla a conocer al público, organizando actividades educativas y culturales y proponiendo exposiciones de gran calado. La Fundación Mapfre se puede comparar por su tamaño y posibilidades a las grandes fundaciones de las entidades bancarias. Entre sus diversas sedes presenta su colección de fotografía y exposiciones de renombre internacional, normalmente con una gran respuesta por parte del público.

FCYC, Vila Casas, Foto Colectania y Bombas Gens, entre otros, son modelos más pequeños pero totalmente volcados en las artes visuales y en el contexto local. Tienen interés por su explícita voluntad de concentrarse en un sector concreto mediante ciclos expositivos, desarrollando una colección pertinente y acompañándola de un programa de actividades e investigación ambicioso. Este tipo de iniciativas son las que sería estratégico promocionar y favorecer desde el punto de vista fiscal para estimular el crecimiento cultural del país; especialmente cuando una parte significativa de su programa expositivo y de su colección se centra en el contexto español y, sobre todo, en el territorio (considerado con valor medioambiental y paisajístico, como es el caso de la FCYC).

Fundaciones de artistas

Finalmente, tenemos las fundaciones enteramente dedicadas a un artista, cuya finalidad, obviamente, es preservar su legado y favorecer la investigación y la promoción de su obra por medio de publicaciones, programas expositivos y actividades públicas. A menudo, estas iniciativas acarrean problemas de sostenibilidad económica, ya que su financiación resulta compleja y las administraciones públicas difícilmente podrán seguir haciéndose cargo de una parte de los costes, más allá del puro mantenimiento del edificio y de otros gastos marginales. Lo que suele ocurrir es que estos centros, muy llamativos por el nombre que llevan, y frecuentemente por el edificio que los alberga, se apagan poco a poco.

Sin un programa público continuo, exposiciones regulares de calado y otro tipo de eventos, el diálogo con el público local deja de ser estimulante y refinado y finalmente se rebaja a una apología del artista titular. La programación se amolda a un público, cuando se puede, de tipo turístico que acude en grandes cantidades y no es muy exigente, ya que solo con ver obras de su admirado artista se da por satisfecho hasta la próxima visita, a la que volverá o no… Sin embargo, estas fundaciones también pueden ser esenciales para establecer diálogos con los artistas locales más jóvenes (un caso extremadamente positivo en este sentido lo representa el Espai 13 de la Fundació Joan Miró, dedicado a comisarios y artistas jóvenes contemporáneos), tanto en sus actividades como en sus exposiciones. De esta manera, el diálogo que se establece con la memoria y el legado del artista titular de la fundación queda patente y continuamente activado. Su colección se verá revalorizada al lado de obras de artistas de otras generaciones y contextos, creando diálogos, rupturas o continuidades que, al fin y al cabo, constituyen una de las formas didácticamente más útiles de pensar una exposición.