3. La profesionalización en el sector privado español

3.3. La precariedad

3.3.3. Lo que nos rodea

La mayoría de las veces «las historias del arte» (nunca hay una Historia del Arte, así como no hay un solo mercado monolítico) se gestan y se ofrecen al público en un contexto muy distinto del 1 % al que muy pocas galerías y agentes tienen acceso (en la realidad, el 1 % se refiere a menos de treinta galerías en el mundo). Aunque el 1 % ocupa un amplio segmento del mercado artístico por el volumen de ingresos que genera y controla, el número de personas que se emplean y se mueven allí es muy limitado. La labor de las demás galerías es quizá más significativa en términos de desarrollo del contexto artístico y de la cultura en general, por su apoyo a artistas locales y su contacto directo con el público. En la parte baja de la pirámide un número muy elevado de galerías compiten entre sí, vendiendo, cuando y como pueden, a coleccionistas anónimos o simples aficionados al arte que compran por pasión y para decorar sus casas, hacer regalos o como souvenir de un viaje.

Casi todas las galerías en España son empresas pequeñas, con dos o tres personas contratadas a tiempo completo o parcial. Abrir una galería es relativamente fácil, no hace falta ninguna titulación, aunque sí es aconsejable que el galerista tenga un amplio conocimiento del contexto local e internacional del arte, así como una buena red de contactos en el sector y, sobre todo, de posibles compradores que confíen en su incipiente proyecto. La mayoría de las galerías tienen posibilidades muy limitadas de ser rentables a corto y medio plazo. Consecuentemente, también los empleos que estas pymes ofrecen padecen esta misma inestabilidad.

Tanto en Europa occidental como en Estados Unidos el número de artistas que pueden vivir de las ventas de sus obras en el mercado de arte es extremadamente limitado. Son muy pocos los que venden lo suficiente como para poder confiar su subsistencia material a la venta de las obras de arte que producen. El artículo de Marta Pérez Ibáñez e Isidro López-Aparicio comienza de manera demoledora, aunque realista:

«En términos generales, la actual situación laboral de los trabajadores culturales presenta claros signos de precariedad (Doellgast et al., 2018; Rowan, 2017; Throsby, 2010), y especialmente en el caso de los artistas plásticos y visuales (Bille, 2012; Abbing, 2002), con altos niveles de autoempleo, baja retribución, inestabilidad, poca tasa de afiliación a los sistemas de seguridad social de los distintos países.»

Ibáñez y López-Aparicio (2018).

Y, refiriéndose a la crisis económica de 2008, sentencian:

«[…] aunque la economía española puede dar visos de cierta recuperación en aspectos concretos, las condiciones laborales y económicas de los trabajadores han sufrido un menoscabo estructural con claros indicios de permanencia, haciendo que la precariedad se convierta en la tónica.»

Ibáñez y López-Aparicio (2018).

Si bien en esta parte del texto estamos haciendo hincapié en la precariedad y la escasez económica del sector de las artes visuales en España, no hay que olvidar en absoluto la excelencia de sus profesionales, sus artistas y los numerosos hitos logrados; todos ellos constituyen un gran incentivo para los futuros agentes que quieran emprender y dedicarse a este ámbito.