2.1. Situación actual y especificidad española
2.1.2. Esperando a Godot. Sobre la ley de mecenazgo en España
Se ha hablado mucho de este tema, añorando la entrada en vigor de esta ley como una especie de panacea capaz de rescatar de la precariedad y la incertidumbre endémica un sector cultural entero. El Ministerio de Cultura y Deporte del Gobierno de España recientemente ha abierto un blog que brinda más información para entender lo que hay y lo que podría mejorar (Ministerio de Cultura y Deporte, 2020a). Lo que se reclama desde el sector de las artes visuales y de la cultura en general, desde que el Gobierno la anunció en 2011, es
«una ley que premie, fomente y amplíe las donaciones de capital privado a las actividades culturales.»
La Ley 49/2002, de régimen fiscal de las entidades sin fines lucrativos y de los incentivos fiscales al mecenazgo, se ocupa de este ámbito, aunque no parece suficiente. En el citado blog del Ministerio se apela a sentimientos nobles e individuales:
«El mecenazgo no debería depender de la existencia de deducciones fiscales o de una regulación para incentivarlo. Es una actividad altruista. […] La generosidad de los buenos mecenas, grandes y pequeños, no depende de una deducción de Hacienda. Lo que les mueve en su generosidad es el amor a una tierra, o a una actividad, o a la humanidad en general.»
Sin embargo, parece obvio que el papel del legislador consiste precisamente en favorecer y, sobre todo, incentivar esta generosidad sin aguardar heroísmo o gestos excepcionales movidos por el amor hacia la humanidad.
Por otro lado, se percibe un reciente interés por parte del Ministerio por el mecenazgo de competencias, término derivado del contexto francés y que se refiere a una colaboración sin fines lucrativos en la que el benefactor o mecenas aporta y pone en juego sus «competencias», es decir, su aptitudes, conocimientos o recursos (Ministerio de Cultura y Deporte, 2020b). Este concepto, en el que el legislador parece estar fijándose como modelo que seguir, revela una cierta voluntad de agilizar y facilitar la cooperación con el sector privado. Uno de los aspectos que la ley debería favorecer es justamente la cooperación en proyectos público-privados, en los que las empresas privadas aporten el presupuesto necesario o los servicios, y la Administración pública garantice la calidad de las propuestas destinadas a un sector amplio de la sociedad civil.
El sector privado de las artes visuales en España es una realidad amplia y variada, compuesta en su amplia mayoría por:
- Pequeños emprendedores: propietarios de pymes como, por ejemplo, las galerías de arte.
- Pequeños coleccionistas apasionados.
- Y, sobre todo, por artistas y profesionales del sector entregados a sus proyectos e investigaciones.
Las artes visuales son una parte relativamente pequeña dentro de la cultura, aunque gozan de un creciente interés por parte de las personas que no se dedican a estas de manera profesional (el número de los usuarios de los museos nacionales e internacionales confirma esta tendencia al alza), que a la vez se ve favorecida por el crecimiento del ocio y del turismo. Por este motivo, resulta pertinente pensar el sector privado como un socio necesario y fundamental para el desarrollo cultural de un país. Es menester evitar una contraposición entre lo público y lo privado, y darle su justo valor a este último como sector complementario, en colaboración tanto con el sector público como con el tercer sector (que reúne a espacios independientes, asociaciones y cooperativas sin ánimo de lucro).
Las relaciones entre los distintos sectores de las artes son y tienen que ser estrechas y coordinadas para poder soportar un ecosistema fuerte y dinámico capaz de ofrecer un amplio abanico de propuestas, así como sustento y rentabilidad a sus protagonistas. Los sectores tienen que complementarse en la oferta y colaborar para incrementar el rigor de sus propuestas, ampliando continuamente su variedad para que no excluya, sino que rectifique las omisiones del pasado, y, paralelamente, afinar la eficacia en la gestión de los recursos. La promulgación de una ley de mecenazgo fuerte y ambiciosa no sería solamente un paso necesario desde el punto de vista administrativo, sino también un gesto simbólico de cooperación y solidaridad hacia un interés común y compartido como es la cultura.