3.1. Las condiciones y posibilidades de la profesionalización
El trabajo inmaterial es indudablemente la forma de ocupación sintomática del siglo XXI, quizá la más común en la actualidad.
«El trabajo inmaterial se constituye en formas inmediatamente colectivas y no existe por así decir sino como forma de red de flujo.»
El trabajador que crea esta forma de ocupación es:
- Polimórfico
- Autoempleado
- Autónomo
El trabajo artístico, o una parte muy significativa de este (la que se inserta en el trabajo creativo), se inscribe en esta categoría. Con el imparable desarrollo de la tecnología digital, el trabajo inmaterial se ha extendido, lo que ha complicado aún más los límites de las relaciones laborales que origina, e incluso ha llegado a desdibujar la separación entre público y privado. Por ende, la separación neta que existía entre tiempo de trabajo y tiempo de ocio, esfuerzo y descanso, deber y placer, se ha visto irremediablemente modificada hasta que sus propios confines corren el riesgo de desaparecer, «el tiempo de la vida tiende a coincidir con el tiempo del trabajo» (Ortega Olivares, 2003, pág. 16), y esto cada vez más, sin casi darnos cuenta.
Si un artista publica en las redes sociales sus obras o noticias sobre su exposición, ¿está trabajando o solo compartiendo con sus «amigos» su actividad profesional? Si un comisario independiente comenta en una red social las fotos del cumpleaños del hijo de una directora de un museo con quien está en conversaciones para realizar un proyecto expositivo, ¿está cultivando amistades o se está promocionando? Evidentemente, no hay separación precisa; al fin y al cabo, se trata de relaciones sociales, también en las redes sociales. Sin embargo, la ambigüedad es creciente porque se ha multiplicado imparablemente el número de interacciones y, por lo tanto, las posibilidades que se generan a través de la red.
La fragilidad de estos límites, por otro lado, nos debería alertar. Es urgente prestar atención a cómo se remunera el trabajo inmaterial, cuánto tiempo invertimos realmente en él y, finalmente, cómo se calcula su coste. En términos prácticos, estos cálculos deberían tener en cuenta la posibilidad de sobrevivir materialmente por medio de las entradas económicas que recibimos a cambio del trabajo que realizamos. A menudo, en el sistema de las artes visuales estas cuestiones se omiten y no se reflexiona al respecto en abierto.
Tradicionalmente, este sector ha sido animado y poblado, en buena medida, por personas pudientes, lo que les permitía obviar estas cuestiones. Hacía que la subsistencia económica no fuera un asunto urgente, y que la gratificación personal o social por formar parte de un determinado milieu se considerase suficiente para seguir apasionadamente esta dedicación. Sin embargo, en los últimos veinte años el sector se ha ampliado, la educación artística se ha difundido (o democratizado) y en consecuencia muchísimas más personas se quieren dedicar a este ámbito cultural. Es entonces necesario reflexionar sobre las cuestiones materiales a la hora de analizar la profesionalización en el sector privado español.
La explotación o el tipo de relación que se establece en este contexto es muchas veces intensiva y discontinua, a la vez que la institución contratante requiere de personas polifacéticas y flexibles. Tales características influyen notablemente en determinar las posibilidades económicas de los empleos a los que podemos aspirar en este sector. Muchos de los agentes que se dedican a este sector, y casi la totalidad de los artistas, están sometidos a estos tipos de experiencias laborales. Según comenta oportunamente el artista y activista Marcelo Expósito en relación con las instituciones tanto públicas como privadas, la explotación a la que muchos se ven sometidos (y que aceptan) es intensiva aunque discontinua:
«La explotación del trabajo artístico es por tanto intensiva porque se ejerce sobre el conjunto del tiempo de vida que empleas en tu dedicación, pero la clave de por qué resulta económicamente sostenible para la institución reside en el hecho de que se formaliza de manera discontinua: sólo se te paga por el proyecto, la exposición o la investigación concreta o por las horas “que trabajas”. Si ese tipo de explotación está ampliamente aceptada en el campo artístico es, obviamente, porque tu actividad supuestamente “te gratifica” en términos de libertad y autoexpresión vocacional. También porque la relación de sometimiento a la institución es irregular en la relación trabajo-renta, pero constante en términos simbólicos y en sus formas de subjetivación: al artista se le enseña a mirar siempre hacia la institución como garante de la legitimidad y sobre todo de la “relevancia” de su propia actividad.»
Es fundamental tener en cuenta esta «peculiaridad» del trabajo artístico cuando describimos la profesionalización en este ámbito, es decir, las posibles salidas al mercado laboral en el sector privado. Para profundizar en expresiones como «te gratifica» y «autoexpresión vocacional» que encontramos en la cita de Expósito, resulta muy útil la lectura del ensayo El entusiasmo de Remedios Zafra (2017).
Resulta obvio que es importante distribuir más y mejor los recursos, puesto que tanto en el sistema artístico público como en el privado la desigualdad entre sus trabajadores es apabullante. Es necesario que los recursos no se dediquen solamente, o en su abrumadora mayoría, al «contenedor» y a su estructura funcional, sino que lleguen también o sobre todo a quienes dotan estas instituciones de contenidos, es decir, a los artistas. Sin artistas no existe sistema de las artes. Y, por último, se sobreentiende que los recursos entre público y privado tienen que fluir en ambas direcciones, y no considerar al Estado como única fuente de recursos, sino implementar, favorecer e incentivar las inversiones y las donaciones de dinero de parte de los agentes privados hacia la cultura. Una coordinación y colaboración entre los tres sectores (público privado y tercer sector) indudablemente llevaría a una mayor profesionalización y, con respecto a las retribuciones, significaría una mejora notable y generalizada, unificando criterios, honorarios y derechos laborales.
Hay que lograr la subsistencia de los agentes del sector (cuanto menos de una parte mucho más amplia), algo que hoy en día en España aún no se ha alcanzado. Recientemente, se ha publicado la investigación de Marta Pérez Ibáñez e Isidro López-Aparicio significativamente titulada «Actividad artística y precariedad laboral en España». Su estudio describe la situación económica en el caso del agente privado por excelencia, el artista, en el contexto nacional, por medio de una amplia investigación de campo. Los resultados de la encuesta llevada a cabo por los investigadores son preocupantes, por no decir demoledores. Entre otras conclusiones, los investigadores apuntan que
«un porcentaje muy reducido de los artistas encuestados, apenas el 15 %, declara mantenerse exclusiva o casi exclusivamente de su actividad como creadores.»