1.4. Per anar llegint
«Hubo un tiempo en el que la realidad era una especie de sopa de quarks más o menos homogénea. Pero basta un vistazo a nuestro alrededor para convencernos de que las cosas se han complicado. Hay objetos en los que predomina la materia, como una gota de agua o un puñado de arena. Hay objetos en los que predomina la energía, como un rayo de sol o el entorno de un imán. Y hay objetos en los que predomina la información, como un pedazo de ADN o un poema.
¿Cómo es posible que el mero transcurso del tiempo cambie las cosas? Lo que más tenemos es tiempo. Y el tiempo siempre acaba pasando. Es solo cuestión de tiempo».
«Cuando los metafísicos hablan poco, pueden alcanzar la verdad inmediata, una verdad que se desgastaría por las pruebas. Entonces se puede comparar a los metafísicos con los poetas, asociarlos a los poetas que nos revelan en un verso una verdad del hombre íntimo. Así, extraigo del enorme libro de Jaspers Von der Wahrbeit este juicio breve: “Jedes Dasein scheint in sich rund” (pág. 50). “Toda existencia parece en sí redonda”».
«Ya hemos mencionado la obsesión juvenil de Kepler con un modelo del sistema solar basado en los sólidos platónicos. Aunque igualmente (es decir, completamente) errónea, la idea de Kepler alcanza un nivel más alto, científicamente, que las especulaciones de Platón en el Timeo. Porque Kepler, a diferencia de Platón, intenta ser preciso y específico. La esfera de Mercurio sujeta un octaedro circunscrito que está inscrito en la esfera de Venus. Luego tenemos un icosaedro, un dodecaedro, un tetraedro y un cubo que interpolan, respectivamente Venus-Tierra, Tierra-Marte, Marte-Júpiter, y por último, Júpiter-Saturno. La concordancia, aunque no exacta, estaba lo bastante cerca para convencer a Kepler de que estaba en el camino correcto. Alentado por ello, tuvo el valor de ponerse a afinar su modelo y compararlo con mejores datos, de modo que sacara a relucir con más claridad la música de las esferas».